Dany Fleitas, daniel.fleitas@gruponación.com.py

Arrancó ayer el campeonato de fútbol más importante del mundo: la Copa Mundial FIFA 2018, que en esta oportunidad se realiza en Rusia, una potencia económica con la fuerza que le dan más de 150 millones de habitantes, con una historia casi tan rica como el mismísimo origen de la humanidad. Esta nación de Asia y Europa tiene las mayores reservas de recursos energéticos y minerales del mundo aún sin explotar, y es considerada la mayor superpotencia energética.

Como la selección paraguaya no está presente en esta edición, la vivimos de otra manera, un tanto distante y con relativa calma, aunque con cierta tristeza. No hay que negarlo, como amantes del fútbol, hubiésemos querido que la Albirroja esté presente entre los 32 mejores seleccionados del planeta, como lo había hecho en 8 ocasiones anteriores: 1930, 1950, 1958, 1986, 1998, 2002, 2006 y 2010. No pudo ser. Quizá se produzca para el 2022 en Qatar o en el 2026 en Canada-EEUU-México. Si no, nos resta la esperanza de estar como organizadores en el 2030. Quién sabe, como se dice, en el fútbol todo es posible.

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En este ambiente de “anestesia” total por el arranque del Mundial de Fútbol, nos damos cuenta de que la organización de un evento como el que se realiza en Rusia conlleva no solo la construcción de modernos estadios, sino también la adecuación de un conjunto de infraestructuras de todo tipo, con inversiones multimillonarias en dólares, así como la preparación de la gente en todos los órdenes.

La decisión de la FIFA, en su última asamblea de hace pocos días, de confirmar a Estados Unidos de América, Estados Unidos Mexicanos y Canadá como los organizadores del Mundial de 2026, determina exactamente la expectativa de la organización con respecto a los países que están en condiciones de llevar adelante un espectáculo de esta envergadura. Sin lugar a dudas, esos países reúnen sobradamente todos los requisitos.

Paraguay, Argentina y Uruguay, de manera conjunta, se postulan para la realización de la Copa Mundial del 2030. Para el logro de este fin, este trinomio de países del Mercosur deberá sortear primero el gran desafío de las aspiraciones del Reino Unido. No será nada fácil. Sabemos del desarrollo económico y tecnológico de las naciones que integran el Reino. Se trata de un Estado unitario comprendido por cuatro naciones constitutivas: Escocia, Gales, Inglaterra e Irlanda del Norte. Hay que reconocerlo, son sitios muy atractivos para el mundo por sus notables desarrollos, y por tanto, sedes ideales para una copa mundial de fútbol. A todo esto se suma que sus habitantes también son fanáticos del denominado “deporte rey”.

La postulación tripartita sudamericana, que recae en el ámbito de la Conmebol, cuenta con las mismas chances que su competidor europeo. A simple vista, se perciben algunas diferencias comparativas: la infraestructura y el poder adquisitivo de la gente. En teoría, esta última variable favorece a los europeos. Desde la perspectiva sudamericana, la pasión y manera de vivir el fútbol en esta zona del mundo nos favorecen, así como las condiciones climáticas más amigables. Es más, cae de maduro que los países se pondrán las pilas para cumplir con todas las exigencias de FIFA.

Más allá de los problemas internos que deben solucionar los argentinos y uruguayos para organizar un torneo de impacto continental, Paraguay tiene que hacer un doble esfuerzo para ponerse a la altura de las exigencias. En 12 años deberá seguir invirtiendo al ritmo de los últimos 5 años en diversas áreas para no quedar rezagados con respecto a sus socios.

La infraestructura vial, aeroportuaria y hotelera, son apenas algunos exámenes por vencer, ya que se deben dar avances superlativos en otros sectores, como la ampliación y desarrollo nacional de las telecomunicaciones, mejoramiento de las condiciones económicas y sociales de la población, tener una red eficiente de servicios de salud (públicos y privados), por supuesto contar con estadios modernos para albergar cómodamente a 40.000 personas, entre otros requisitos. Un mundial supone la presencia de millones de turistas de todo el mundo, lo que producirá una gran demanda de servicios de toda índole.

La organización de un campeonato mundial de fútbol es un lindo desafío y no se lo puede desechar como opción para la promoción e inyección económica de un país. Como toda regla siempre tiene una excepción, quizá por eso los casos de Sudáfrica 2010 y Brasil 2014 hacen un poco de ruido, donde quedaron al parecer ciertas deudas y algunos “elefantes” que poco o nada son de utilidad hoy para la gente. Pero estoy seguro que las autoridades afectadas dialogarán al respecto para evitar que se cometan estos errores y cómo financiarán semejante evento.

El fútbol, un deporte que cada vez más gana adeptos en el planeta, actúa en esta ocasión de elemento disparador. Ya nadie duda tampoco de que este deporte bien orientado ayuda a la transformación del entorno social. Existen clubes en el país -y del mundo- que así lo entienden y tienen programas interesantes que, inclusive, mediante convenios con otras entidades locales e internacionales ayudan a los chicos y chicas a tener otra visión.

Todos queremos un Mundial en nuestra propia casa, pero en el extremo de que esta postulación sudamericana tripartita para el Mundial 2030 no sea una realidad, las nuevas autoridades deberían apretar el acelerador como para llevar adelante -en ese mismo plazo- proyectos ambiciosos que ubiquen al Paraguay en el mismo nivel de nuestros vecinos, como mínimo. Ahora estamos un poco anestesiados por la magia del balón, pero a mediados de julio comenzaremos a despertar y nos vamos a dar cuenta de que no deberíamos esperar para iniciar nuestra transformación.

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