Por Felipe Goroso S. – Twitter: @FelipeGoroso

Una gran mayoría no sabe muy bien para qué sirve ni qué es lo que se hace durante el período de transición entre una administración que se va y otra que se está preparando para entrar. Como mucho, lo que se hace es tener una posición sobre la extensión que debería de tener este período.

Sacando la elección de 1989, llevada a cabo meses después del golpe de Estado del mismo año, son cuatro los períodos de transición que hemos visto pasar. Estamos en medio de uno sobre el cual aún debemos esperar su desarrollo y eso nos da la oportunidad de plantear algunos puntos.

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En lo particular, y a costo de arriesgarme a parecer demasiado predecible, creo que cada período de transición es una oportunidad.

¿Una oportunidad para qué?

Uno espera que el período de transición sea aprovechado para que la administración entrante esboce sus ejes estratégicos, las veces que haga falta y de las formas más convenientes, oportunas y creativas. Esto es, contarle a toda la población lo que se piensa hacer, y sobre todo y principal: cómo se hará. Política con comunicación.

Es común creer que una administración se inicia con el juramento. Y será así a los efectos legales y constitucionales, sin embargo, no coincido con esta visión. Visto desde el punto de vista de la comunicación gubernamental, una administración inicia la noche misma de la victoria en la que se dan los resultados. A partir de ese momento, cada presencia en actos públicos de quienes fueron electos, cada gesto de los mismos, cada intervención o discurso que se haga, cada tema del cual hablen, cada tema del cual no hablen, la escenificación para realizar sus anuncios, en fin; absolutamente todo aquello que hagan o dejen de hacer y decir es un acto de gobierno y deberá de ser visto y cuidado como tal. Con la envergadura y liturgia convenientemente observadas y poniendo en perspectiva el momento de la toma de posesión. Se trata de transmitir capacidad de administrar poder y tomar decisiones, sin que los electos dejen de ser ellos mismos pero asumiendo el lugar que les asignaron la historia y el voto de la gente: el de dirigir los destinos del país.

Algunos podrán decir que lo que menciono no hace al fondo, muchos con tal de desmeritar o minimizar (quiero creer que por desconocimiento) dirán que es cosmética pura. Estoy plenamente convencido que sí hace al fondo. Y mucho. Hace al fondo a los efectos de generar imágenes visuales potentes, de plantear soluciones a los problemas planteados por el segmento del electorado que da su confianza por cinco años, en particular, y al más amplio espectro de la ciudadanía en general.

Necesitamos revalorizar el período de transición como elemento en el tiempo para delinear el futuro, para que las autoridades electas (ejecutivo y legislativo) expongan sus agendas, que comuniquen sus políticas. Que comuniquen. Y lo hagan de buena manera. De esta manera estaremos optimizando y haciendo buen uso de este pedazo del tiempo político que se nos plantea desde la Constitución Nacional. Necesitamos una transición comunicada. Una transición optimizada. Creo firmemente que de eso se trata la política, esa mala palabra que empieza con p y termina con a.

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