Por Jaime Egüez, director del Club de Ejecutivos

Esta necesaria coincidencia, aunque simple de expresar es tan compleja de cumplir. El Gobierno y el sector privado –entendiendo por este como la fuerza productiva del país– deben imperiosamente coincidir en algo tan básico como una interpretación de una ley. Debemos coincidir en la visión y acordar sobre la base de un conocimiento y un compromiso común. Debemos respetar el espíritu sobre el que acordamos leyes y reglamentos. Y esto depende fundamentalmente de la gestión personal del que administra el poder. Puede ser que sea el mismo presidente de la República o uno de sus ministros, pero esencialmente siempre recae en la posición de una sola persona del gobierno que lidera el apoyo o la confrontación en las visiones sobre una aplicación de una ley.

El país, para tener futuro, debe cumplir lo que se acuerda con el Gobierno y por el tiempo comprometido. A las puertas de un nuevo gobierno, los empresarios solicitamos personas que tengan la visión y el conocimiento de que este país se construye “a partir del apoyo y el consenso con el sector privado”. Este país no tiene nada que repartir si no es lo que produce el sector privado y la sociedad de consumo. Deben entender que el poder intrínseco donde se para el sector privado descansa en sus habilidades y sus fortalezas. Y que, sobre todo, su existencia depende la vida de la República.

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Ningún político, ningún administrador o ministro tendría sentido sin los aportes del sector privado. Simplemente el país no existiría sin el aporte de este sector, pues el Paraguay no cuenta con recursos genuinos propios como petróleo o minerales a excepción del aporte de las binacionales en una medida mínima. Basta con mirar la conformación del PIB de Paraguay para entender la fórmula de la vida en este país. Y aun así con esta claridad tan visible podemos encontrar personas en el Gobierno que por una visión personal deciden asumir una posición de confrontación con el sector privado. Debemos construir acuerdos para aumentar la cantidad de puestos de trabajo, aumentar el ingreso de la población en general, en cómo atender mejor a los trabajadores en los sistemas públicos, en cómo enseñar mejor a los hijos de nuestras familias obreras, campesinas, cómo entrenar mejor a los miles de jóvenes que deben ingresar al mundo laboral.

Entender que la batalla contra la pobreza la vamos a vencer juntos, Gobierno y sector privado. No sacando más dinero al que ya paga sus impuestos, no modificando un reglamento para retirar un estímulo a una industria.

La agenda es otra. Y le guste o no a determinados círculos seudoprogresistas, el progreso solo se consigue aumentando la riqueza de un país. Aumentando la fuente de ingresos de todos, incluyendo al sector privado, ya que este es el motor principal de la economía. ¿O se es tan insensato al plantear que se puede distribuir lo que no se produce? Paraguay se puede mover porque ha existido un trabajo conjunto entre un gobierno que tiene políticas que impulsan las condiciones para el desarrollo y, por otro lado, un sector privado que ha construido todo un mecanismo que impulsa el desarrollo. El que, a su vez, ha permitido una incorporación constante de más personas al mundo laboral, ampliando así el consumo interno de bienes y servicios.

Si hay una distorsión por un grupo escaso de evasores o personas que aprovechan la coyuntura para sacar una ventaja que no forma parte de una visión colectiva, el Gobierno debe instrumentar los mecanismos de ajustes, previo un consenso entre las partes. Buscar la coincidencia es la única posibilidad de avanzar juntos rápidamente en la senda del crecimiento. Esto se desarrolla no desde la confrontación o la eventual discusión en los tribunales sobre dictámenes de especialistas de uno u otro lado, sino en las mesas de diálogo exponiendo claramente los puntos sobre los cuales cada parte tiene una posición diferente, pero con el espíritu inequívoco de no dejar de mirar el bosque que estamos construyendo.

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