• Por el Dr. Juan Carlos Zárate Lázaro
  • MBA
Siempre es conveniente tener claro desde el principio todos los aspectos que componen la misión que se persigue con la creación y desarrollo de la actividad empresarial, esto es la razón de ser de la empresa y las formas o métodos de desarrollarla a través de los negocios y recursos escogidos.
Una buena manera de averiguarlo, cuando no los tengamos precisado, es plantearse todo lo que puede rodear la respuesta a cuestiones que los empresarios deberían hacerse de forma recurrente, tales como:
¿Por qué y para qué está nuestra empresa en el mercado?
¿Cuál es exactamente el principal ramo de negocio?
¿Dónde estamos hoy y dónde podríamos estar a medio y largo plazo?
¿Hacia qué mercados debemos dirigirnos por conveniencia?
¿Quiénes son nuestros clientes, consumidores, usuarios, etc.?
¿Qué necesidades del consumidor satisfacemos (cuándo, cómo, dónde)?
¿Que podría incorporar nuestra empresa que no esté haciendo ahora?
¿Qué debería hacer la empresa para adecuarse al futuro (cualidades, recursos, capacidades o competencias)?
El sentido final de los objetivos y metas que se proponga alcanzar una empresa tiene que ver necesariamente con la precisión de sus motivaciones fundamentales y le permitirá descubrir un mayor número de potencialidades distintas para su desarrollo y, cómo no, renovar todo lo propuesto por el simple paso del tiempo que hace variar las circunstancias de todo tipo.
Las empresas necesitan, para su adecuado funcionamiento, que sus funcionarios en cualquier nivel interpreten la misión propuesta para que sirvan a los fines que se pretenden alcanzar y trabajen conjuntamente de manera eficiente.
Si no existe un conocimiento profundo por todos los miembros de la organización será difícil que se consiga vincular la participación de cada uno en el proyecto de empresa.
En las pequeñas empresas, las circunstancias que rodean su creación y desarrollo se encuentran fuertemente ligadas a las actitudes y comportamiento de un líder único: el empresario-dueño.
Para ser un buen líder es necesario saber hacia dónde se debe guiar a la empresa, cuál es su destino a corto y largo plazo, inculcando las formas de actuar que faciliten las metas y predicando con el ejemplo para lograr una respuesta positiva de parte del personal comprometido.
La actitud y enfoque estratégicos que presente una empresa suponen una filosofía de pensamiento y actuación sistemática por medio de la cual se trata de conocer los cambios o tendencias que se dan en el entorno, para responder a él con decisiones orientadas que actualicen la forma y vocación con la que una organización se sitúa para actuar en un ámbito competitivo.
La clave siempre radica en saber aprovechar en el mercado posibles ventajas frente a los competidores y evitar las desventajas que potencialmente se pudieran presentar.
Suele ser de mucha utilidad el poder documentar la respuesta a preguntas como las siguientes:
¿Cuáles son los principales competidores de la empresa y en qué son más fuertes?
¿Qué fuerzas determinan la naturaleza de la competencia en un sector de actividad?
¿Cuáles son los últimos avances tecnológicos que le pueden afectar?
¿Por qué en unos sectores la rentabilidad es mayor que en otros?
Para que las decisiones puedan ser tomadas correctamente es preciso que el empresario pueda partir de los puntos fuertes y débiles de los recursos y capacidades con que cuenta la organización, así como su grado de validez, de cara al futuro en función de las condiciones que presenta la evaluación del entorno en el que desarrolla sus actividades.
Son estos valores los que quisiéramos que los que están al frente de las PYMES los puedan interpretar muy bien, pues de ello dependerá el éxito o fracaso de su empresa en un mercado estrecho y cada vez más competitivo como es el nuestro, más aún ahora en que se pretende que las mismas puedan crecer hacia afuera, a través de una mayor interacción con empresas similares de otros países los que de hecho traerían aparejados mayor generación de fuentes de trabajo.

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