• Por Antonio Carmona
  • Periodista

…Y tuvo que venir la observadora de la Unión Europea para decirnos que el presidente del Senado no puede negar el juramento de un candidato después de que fue elegido. "Ya no es más un candidato, sino un cargo electo", nos dijo, leyendo la cartilla de la escuela primaria de la democracia.

El papelón ya estaba hecho. Solo falta que, al viejazo estilo de la dictadura, muy en boga en el discurso bolivariano, ahora salga Lugo a decir que no van a enseñarnos esos "foráneos" cómo hacer la democracia.

¡Y eso que andamos por las tres décadas de democracia institucional, elecciones democráticas juzgadas por una Justicia Electoral independiente y que aún no ha tenido descalificación, ni siquiera objeción alguna, y supervisadas por observadores internacionales imparciales, y mucho menos cuando los cuestionadores son los mismos que pidieron, como corresponde, el fallo de la Corte que hoy dicen que no van a acatar. En fin que en vez de acatar democráticamente el fallo por ellos reclamado, esperando que saliera a su favor, decidieron ignorarlo y declararlo inconstitucional. Es decir, lo acato si es a mi favor, pero lo desacato si es en mi contra, en fin que no van a respetar la inapelable vox populi, es decir, el resultado electoral, realizado con todas las de la ley… En fin, una ristra de violaciones de la Constitución, ¡y encima en nombre de la Constitución! ¿Y todo en base a qué fundamento? Al más antiguo de nuestra política prehistórica ancestralmente totalitaria y personalista, porque al dueño temporal de un cargo "se le canta"… es decir, "¿para qué somos quien somos si no hacemos lo que queremos?". Es el síndrome del estronismo tardío.

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Como decía Juan Bautista Rivarola, citando a un antecesor lejano tras una estadía en Gran Bretaña: "En el Paraguay da gusto ser autoridad porque se manda con todo, no esa vyresa de gobernar como los británicos. ¡Hay que mandar con abuso! remataba, péa la igustovéva".

Aunque muchos aún no lo crean o no quieran creerlo, el Paraguay ya no es más "eterno con Stroessner". Con altibajos y hasta algún intento golpista militar, acompañado por algunos civiles, de cuyos nombres y apellidos es fácil acordarse, han trascurrido estás décadas con bastante normalidad democrática y sucesión de gobiernos por la vía electoral. Las nostalgias se han ido desvaneciendo. Los nostálgicos del "ñamanda" van yendo a parar al basurero de la historia.

Hasta hoy, con algunos traspiés del mbarete que aflora por momentos, como ahora, del viejo "para que somos lo que somos si no mandamos como queremos", las reglas de la democracia se han ido imponiendo y las instituciones, con los defectos que arrastramos de la falta de tradición, la permanente tentación de confundir el mandar con el gobernar, se vienen sosteniendo, con estos rebrotes de abusos de autoridad, un tanto ridículos para ser protagonizados dirigentes políticos que están desempeñando cargos electivos democráticos y que, al mismo tiempo, quieren resucitar las viejas leyes del marbete, apañadas por el ñembotavy y coreadas por los acólitos, acompasados por los hurreros de turno.

Nostalgias del pasado. El poder y el no poder para gobernar se definen hoy con los votos. Es decir, lo deciden todos los paraguayos que vienen desde hace tres décadas eligiendo a sus autoridades, respetándose los unos a los otros.

Es la democracia. Lástima que a algunos les resulte fácil aceptarlo, siempre que les favorezca, y no pueden aceptarlo, cuando no les conviene; el principio autoritario del Estado soy yo; en este caso, la democracia y el árbitro de la democracia "soy yo."

Pero, como se viene defendiendo y afianzando en estas justas democráticas, aunque algunos quieran apañarlas a su antojo, es por el valor del voto, la igualdad democrática decida en las urnas: un ciudadano, un voto, y nadie puede estar por encima de ese veredicto popular.

Y cada institución cumpliendo con el rol que le asigna la Constitución, con el respeto a cada uno de los tres poderes del Estado y sus respectivas atribuciones. El resto son nostalgias personalistas y totalitarias de quienes añoran la dictadura, como se añoran las dictaduras, siempre y cuando "yo" sea el dictador.

Napoleón Dixit hoy estaría, como en su célebre caricatura, con la mano en el pecho… en el manicomio.

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