• Por Dany Fleitas
  • Periodista

Celebramos el acuerdo obtenido entre el Poder Ejecutivo y los estudiantes del sector secundario de todo el país. Las negociaciones llegaron a buen término y es para aplaudir. Los reclamos hechos por los alumnos para el mejoramiento de las infraestructuras, la tecnología y equipos informáticos, alimentación escolar básica y gratuidad escolar para colegios técnicos son nobles y atendibles, desde todo punto de vista.

De hecho, estimo que esa es la razón por la cual referentes del Gobierno, como Enrique Riera y Lea Giménez, se sentaron a dialogar con los alumnos de los diferentes gremios para encontrar una solución a los reclamos. Felizmente, tras algunos incidentes en los últimos días, primó la razón y el diálogo y ambos sectores llegaron a un final feliz. El estudiantado, docentes y padres de familias, ya estaban preocupados por el riesgo de seguir con las pérdidas de clases en una etapa en que ya están por comenzar los exámenes de finales del año.

Esta apertura y libertad de expresión reinantes permiten hoy día que nuestros estudiantes de la educación media, a los que nos referíamos antes como del sector secundario, puedan manifestarse sin restricciones en reclamo sus necesidades. Lastimosamente muchos están cayendo en la manipulación política y/o extralimitándose en sus derechos, dañando los de terceros.

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Los estudiantes de hoy deben saber que en otras épocas, como por ejemplo durante el gobierno de Alfredo Stroessner, en los colegios públicos se aplicaba una fuerte censura a quienes osaban levantar su voz protesta, aún siendo delegados o presidentes de curso. Fue una época terrible que buscó por todos los medios un estudiantado sometido a los intereses de las autoridades de turno.

Esos "rebeldes" –los que siempre se quejaban por algo– eran sometidos a fin de año al temido "Consenso de profesores" –generalmente en los primeros días de diciembre–, en donde se definía la "suerte" de los "marcados" con una solapada expulsión de la institución, debiendo matricularse en otra institución si quería seguir con sus estudios. Es así que los que defendían siempre los intereses de sus compañeros eran "desterrados" para acallar algún principio de organización.

Este modelo de sometimiento educativo fue por décadas una práctica de docentes en muchas instituciones educativas públicas para dar el gusto a un régimen acostumbrado a tener a su comunidad con la cabeza gacha. Por suerte, varios colegios del sector privado y también públicos –los pocos– se mantuvieron al margen y continuaron con programas de formación diferente para los jóvenes. Fueron ellos quienes luego lucharon por un país mejor y lograron que Paraguay inicie la senda de la transición a la democracia, con muchos cambios visibles hoy.

Esa semilla permite hoy que miles de jóvenes, y adultos también, como los campesinos y otras organizaciones sociales, puedan manifestarse libremente, casi sin restricciones en toda la República. Lamentablemente, esta libertad está siendo interpretada como libertinaje por algunos estudiantes y jóvenes y está siendo aprovechada por políticos inescrupulosos que buscan someter a los alumnos del nivel medio a sus intereses sectarios.

Existe un despertar importante de aquellos que tuvieron el coraje de exigir a sus compañeros procierre el respeto del derecho de los demás de abrir las puertas de la institución a aquellos con ganas de estudiar y dar clases. Los padres tuvieron un rol también importante, lo que marca un antes y un después en el marco de tolerancia que debe haber entre unos y otros. Los reclamos pueden y deben darse, pero de manera razonable y sin atropellar el derecho de terceros.

Las movilizaciones y toma de colegios de los últimos días mostraron cómo –lamentablemente– los políticos de la disidencia "azul" apuntaron a la desestabilización para sus fines de tinte electoralista.

Las organizaciones estudiantiles deben mantenerse al margen de esos manipuladores de siempre, como Efraín Alegre y sus secuaces, porque contaminan los genuinos reclamos de mejoramiento de la calidad educativa.

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