La “Negra” Samudio ya está fuera de Petropar, pero siguen apareciendo sus chanchullos. En el primer mes de su gestión desde nuestro diario ya veníamos advirtiendo de sus andanzas poco transparentes y sus beneficios personales desde el cargo, pero pese a las evidencias, se empecinaron en mantenerla y duró casi dos años.

El informe de la Contraloría fue demoledor. Por un lado, confirmó lo que todos ya sabíamos y por el cual fue imputada junto a otros 21 funcionarios y proveedores en el sonado caso de la compra sobrefacturada del agua tónica. Pero el elemento revelador fue que las 2 mil mascarillas donadas para el personal de blanco estaban vencidas.

Desde Salud afirman que actuaron en su buena fe tras recibir las donaciones de un ente del Estado y distribuye­ron casi la totalidad de los tapabocas N95 al personal de blanco. Este hecho fue repudiado y con justa razón por la ciudadanía, ya que se puso en riesgo la vida de quienes están trabajando en la primera línea de combate al covid-19. Suponemos que la Fiscalía actuará y mínima­mente ampliará su imputación.

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Hablando de imputación, la situación de Efraudín cada vez se complica más. Ese cuento de que su imputación es una persecución política solo se pueden tragar sus aliados filicóptero y su media naranja la “miau florida”. Es más, el fiscal Sánchez se quedó corto en relación con la causa investigada. El viceministro de Tributación confirmó que las facturas arrimadas por el presidente del PLRA para justificar la “tragada” de dinero presentan inconsistencia por valor de G. 1.700 millones. ¡Barbaridad!

Los mismos correligionarios de Efraudín lo denunciaron y piden la rendición de unos G. 30 mil millones. Según Basilisa Vázquez, es imposible que a Alegre le quieran perseguir sus adversarios para sacarlo de la cancha ya “políticamente está muerto”.

Se acerca la fiesta de San Juan y si bien por la cuarentena inteligente no se podrán realizar las tradicionales fiestas, los muchachos están proponiendo actividades virtuales. Y, adivinen quién lleva la delantera para el Judas Kái del año: Eduardo Petta.

El ministro de Educación, quien tiene el voto de censura de los senadores y el rechazo casi unánime de toda la comunidad educativa sigue aferrado a su cargo, a pesar de los pésimos resultados en la evolución de las clases virtuales. Su afán de protagonismo, su falta de diálogo, su prepotencia, su nula capacidad de autocrítica y su permanente autombombo le hacen merecedor de tan distinguida condecoración popular.

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