Por Laura Morel

lmorel@lanacion.com.py

Uyuni, Bolivia.

Todo mochilero que desea recorrer por Sudamérica ubica en su mapa una parada obligatoria: el Gran Salar de Uyuni.

Desde el 2014, en la primera quincena de enero de cada año la ciudad eleva su habitual ritmo de turismo gracias al paso del Dakar, el rally raid más famoso y duro del mundo.

Este año, en que Paraguay se unió al mapa por primera vez, no es la excepción.

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Además de los extranjeros, bolivianos de otras ciudades se llegaron a Uyuni para ver el paso de la caravana, en la disputa de la Etapa 7. Las calles del pequeño centro de la ciudad están colmadas de aficionados, en su mayoría portando bandera boliviana, que incluso acamparon la noche anterior para obtener los mejores lugares.

Ya fuera del centro, camino al Gran Salar, numerosos vehículos y ónmibus se estacionaron al borde de la ruta, mientrs que el mismo Salar se vio invadido por camionetas que siguen la caravana del Dakar.

Turistas

"Siempre hay muchos turistas, pero cuando se realiza el Dakar aumenta la cantidad y, gracias a Dios, también la venta", nos dice una joven que, junto a sus padres, tiene una tienda de recuerdos a orillas del Salar.

Los conductores que ofrecen sus camiones para llevar a los turistas al centro de esta maravilla de la naturaleza también "hacen su agosto". El precio por persona no es mucho, 10 bolivares, pero la demanda aumenta.

Es por estos beneficios particulares (cualquiera puede montar un puesto de venta frente a su casa) que los bolivianos piden volver a albergar el Dakar el próximo año. La ASO, que es la organizadora del evento, está satisfecha con lo que les ofrece Bolivia como país.

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