Dos semanas son suficientes para quedarse fascinado con Londres, Inglaterra. Por su tradición y cultura, su acervo histórico y por cómo todo funciona -o se trabaja para que funcione- a favor del ciudadano o del visitante, la ciudad de las grandes leyendas del rock británico, cautiva.

Por: Aldo Benítez

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El hombre aparenta por lo menos 55 años. Es rubio y barrigón. El cabello teñido en celeste con un peinado de esos tipo mohicanos que están de moda. Tiene un arete que le estira tanto la oreja derecha que hasta parece doloroso. Los tatuajes le cubren ambos brazos, y de lejos, parece llevar una tela pegada al cuerpo. Este hombre, fanático del metal, trabaja desde hace muchos años en la estación Southfields, de Londres, donde a todos orienta con una amabilidad y paciencia admirables. Sobre todo, a las personas que como yo, están por usar por primera vez el sistema de metro de esta ciudad, el más antiguo del mundo, con 275 estaciones y 520 unidades que, 40 metros bajo tierra, transportan a cerca de dos millones de personas por día. Sí, la primera conclusión es que en Londres, no se dejan llevar por los estereotipos y que el prejuicio es quizás la marca más tecermundista con la que cargamos los latinos.

La multiculturalidad de esta ciudad es asombrosa. Caminar por sus calles es escuchar diferentes idiomas, ya sea de gente que trabaja en las miles de oficinas -Londres disputa con Nueva York la etiqueta de "Capital financiera del mundo"- de todo tipo de emprendimientos económicos, o de los miles y miles de turistas que, munidos de cámaras fotográficas o celulares, sacan fotos a cada paso que dan. Hay locales gastronómicos de todas las culturas, desde Oriente a Occidente, y bares temáticos para todos los gustos.

Otra cosa que impacta de una ciudad como esta es cómo todo está pensado para facilitar la vida de sus habitantes y de los visitantes. Esto incluye desde cosas tan simples como una app para el celular donde encontrar los servicios de trenes, metros y buses, hasta situaciones más complejas como el funcionamiento de los estacionamientos o el pago de tributos o impuestos. El respeto absoluto hacia los derechos de los animales, que en nuestra región no vemos ni siquiera con los niños o adolescentes, es también otro punto que llama la atención en el Reino Unido.

Le Metropolitan Railway, fue el primer ferrocarril subterráneo del mundo.

Los fantasmas del terrorismo

Tras confirmarse que quienes llevaron a cabo los últimos ataques terroristas -perpetrados en Londres entre marzo y junio de este año- eran británicos, para la policía antiterrorismo se abrió un nuevo escenario. Es decir, el radicalismo del Estado Islámico -que se atribuyó ambos atentados- se había infiltrado entre los propios ingleses, por lo que no solamente los extranjeros hoy aparecen como sospechosos.

En el puente de Londres, tras el acto terrorista de junio, hay vallas protectoras para evitar que vehículos suban a las amplias veredas. Ese mismo sistema se implementa en casi todos los puentes que cruza el famoso río Támesis, así como también en zonas peatonales. El miedo está, pero decir que se vive en una situación de alarma constante es una exageración. La gente, como en todos lados, hace su vida a pesar de la locura y la irracionalidad del terrorismo.

Para hablar de los lugares a visitar en Londres un solo material no alcanza. Es maravilloso cómo los londinenses conservan su acervo histórico y cultural, haciendo que esa conjunción -que no está exenta de avances tecnológicos, aunque siempre de una manera que sea estética y correcta- termine además generando una industria turística que mueve millones de libras al mes.

Hay paradas obligadas como el Big Ben -que por cierto, está en fase de remodelación y recién volverá a sonar dentro de unos años- y la Torre de Londres, declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco y que sigue siendo la representación más importante del poder británico de otros siglos. En cercanías a la Torre se encuentra el Puente de Londres, otro gran atractivo. Ambos tienen la siguiente particularidad: los alemanes no quisieron derribar ninguna de estas construcciones durante la Segunda Guerra Mundial, por considerarlas un punto de ubicación estratégica.

Otro lugar para visitar es el Ojo de Londres, un paseo en las alturas sobre una gigantesca estructura que permite observar la ciudad desde lo alto, en una cápsula de vidrio. Sólo hay que tener paciencia para la fila.

El palacio de Buckingham, donde vive la reina de Inglaterra, es de los puntos históricos más visitados. También está el palacio de Windsor -donde la realeza se traslada durante algunas temporadas-; y el palacio de Westminster, que alberga las dos cámaras del Parlamento británico. Y en el corazón de la ciudad, quizás uno de los más emblemáticos: el Hampton Court Palace, el castillo de Enrique VIII, el promotor de la iglesia anglosajona.

La iglesia Gótica Anglicana de Westminster.

Visitar la historia

Ingresar al museo británico es ver y sentir la evolución de la historia de la humanidad. Es un lugar imposible de recorrer en un solo día. Hay que tomarse el tiempo necesario para conocer cada uno de sus casi 90 salones abiertos al público. Al salir queda sin embargo, la pregunta de cómo los británicos hicieron para hacerse con tanta historia y cultura de todos los pueblos del mundo. Pero son cosas incómodas de responder, quizás. El museo de cera es también otro lugar para visitar, pero tiene un costo importante, pero más que nada, demasiada gente formando fila para entrar.

La entrada al Museo de Londres.

El Hyde Park es un extenso parque que, enclavado en el centro mismo de la ciudad, obliga a una caminata, o a un distendido almuerzo. Al mediodía, miles de personas -muchísimos trabajadores de los alrededores- llegan hasta el parque para disfrutar de su hora de almuerzo sobre el verde césped de este lugar. En verano, la temperatura que puede llegar a los 30 grados -¡Oh, sí, toda una desesperación!- invita a disfrutar de este lugar inmenso, dar de comer a los patos y gansos de las lagunas, o ver cómo las ardillas roban comida a las personas. La Galería Nacional de Londres también es un lugar hermoso para conocer. Allí cerca está el monumento a William Shakespeare, que las parejas enamoradas aprovechan para la foto correspondiente.

Caminando desde cualquier calle del municipio de Southwark, es imposible evitar mirar a La esquirla. The Shard, como es su nombre en inglés, es el edificio más alto de todo el Reino Unido y el segundo de toda Europa, después de la Torre Mercurio, de Moscú. Tiene, según datos oficiales, 306 metros de altura y 73 pisos que se alquilan para departamentos, pero principalmente para oficinas corporativas. A orillas del Támesis, esta torre luce imponente.

Los bares históricos

Algo que supieron explotar los británicos es esa conjunción entre lo moderno y lo antiguo, o la adaptación de sus edificaciones antiquísimas a los tiempos actuales. Así, por ejemplo, un lugar fabuloso es The Old Bank of England, o El viejo banco de Inglaterra, que tal como dice su nombre, fue uno de los primeros bancos de Londres. La edificación y los muebles son de la época y pero sin embargo incluye -pero sin destrozar su estética ni espíritu- accesorios contemporáneos que hacen del lugar un pub con todas las comodidades. Está ubicado sobre la Fleet Street, una calle por demás histórica para el periodismo, ya que sobre esa avenida se fundaron los primeros periódicos de Gran Bretaña y Europa.

Desde 1645 el Drudy House, restaurante a metros del Castillo de Windsor.

Así como el antiguo banco, los bares o pubs tienen su sello característico en cuanto a la combinación de lo viejo con lo actual. Todos, o al menos la mayoría, se armaron en edificios que un par de siglos atrás pertenecieron a instituciones públicas; hoy se sirven cerveza en sus asientos. El mejor de todos ellos es quizás The Attendat, cuyos dueños armaron un bar/café en lo que en épocas pasadas fue el urinario de los caballeros victorianos. En lo que antes se usaba para orinar, hoy la gente va a tomarse un té inglés, el café de la tarde o la cerveza a temperatura ambiente, en la noche.

La noche, como todo en Londres, tiene sus reglas. El after office es tal cual, arranca a las 18.00 o incluso antes. La gente sale de la oficina y va directo al bar más cercano, para beber cerveza y conversar. En la zona de Piccadilly Circus, los bares se abarrotan de gente. Eso sí, para las 23:30, cuando suena la campana, todos saben que la noche ha llegado a su fin. Sobran las obras de teatro en la ciudad, una actividad tan lucrativa como cultural, que en los carteles se puede ver a Sienna Miller y Jack O'Connell anunciando una función teatral.

Todos estos puntos mencionados pueden ser visitados, mapa en mano, recorriendo las estaciones del Underground o utilizando los colectivos rojos y altos. Todo está muy bien explicado, con las indicaciones adecuadas como para llegar a cualquier punto. Eso sí, si hay que comprar algo, es totalmente innecesario hacer el cálculo mental del costo en guaraníes.

Ya en las afueras de Londres, el conductor que traslada a nuestro grupo -un británico de origen iraní- hace una abrupta maniobra para esquivar un bache. Después de desahogarse en una serie de groserías, voltea hacía mi -que voy a su lado- y, avergonzado, me pide disculpas por su exabrupto, pero más aún por el bache en plena avenida.

Yo sólo sonrío.

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