Los titanes de los medios en Estados Unidos decidieron que es el momento propicio para unirse mediante fusiones impresionantes, la mejor opción para enfrentar a los gigantes de Silicon Valley. Su único problema es que el Departamento de Justicia y el mismo presidente Donald Trump no parecen estar de acuerdo.

El 8 de noviembre se dio a conocer que el gobierno pretende bloquear la propuesta de AT&T de adquirir por 109.000 millones de dólares a Time Warner, la propietaria de CNN, HBO y el estudio cinematográfico Warner Brothers, un convenio que se anunció hace un año y cuya aprobación se esperaba para finales del 2017.

Según los informes, el Departamento de Justicia comunicó a los ejecutivos de AT&T que para que se apruebe la fusión, deben deshacerse de algunos activos: ya sea la división Turner Broadcasting de Time Warner, incluida CNN, a la que Trump ha acusado varias veces de dar "noticias falsas", o DirecTV, el negocio de televisión por satélite del gigante inalámbrico. El director general de AT&T, Randall Stephenson, declaró el 8 de noviembre que no venderá CNN para garantizar el convenio.

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El precio de las acciones de Time Warner bajó un 6,5 por ciento en un solo día, a casi 20 dólares por debajo del precio de adquisición acordado, de 107,50 dólares por acción. Parece vislumbrarse en el horizonte la posibilidad de una batalla ante los tribunales, en un momento en el que otros participantes de la industria planean consolidaciones.

También se informó esta semana que Disney sostuvo conversaciones con 21st Century Fox acerca de la posibilidad de comprar casi todo el grupo. Aunque estas conversaciones no llegaron a una conclusión, Rupert Murdoch y sus hijos, James y Lachlan, quienes dirigen Fox, quizá consideren vender. Las dificultades que enfrentan AT&T y Time Warner pueden ser un presagio del destino de otros posibles acuerdos en la industria de los medios.

Algunos plantean que la motivación es política: piensan que Trump ejerció influencia sobre el Departamento de Justicia para acabar con un acuerdo que criticó durante su campaña presidencial por ser un símbolo de la concentración injusta de poder en los medios. Sin embargo, si Trump no intervino de manera directa, ¿qué más puede haber ocurrido?

Esta adquisición no provoca las inquietudes usuales en materia de combate a los monopolios, puesto que se trata de una integración vertical de distribución, incluidos sistemas inalámbricos, servicios de banda ancha y televisión por satélite, y de contenido, que abarca redes de televisión, la marca HBO y películas. En el pasado, al gobierno le han preocupado más las fusiones de tipo horizontal que pueden favorecer el dominio de mercado en una industria.

No obstante, existen fundamentos legítimos para evaluar a fondo el acuerdo. La presencia dominante de AT&T en el área de distribución, en especial en los sistemas inalámbricos, donde el único competidor de talla comparable es Verizon, hace más posible que ocurran abusos en la venta de contenido. Es cierto que los reguladores podrían solicitar a AT&T que se comprometa a abstenerse de favorecer a sus propias redes, como HBO, y de discriminar las redes de sus empresas rivales al establecer sus disposiciones de transmisión. Ya ocurrió algo similar en el caso de Comcast, cuando esta empresa compró NBC Universal en el 2011, una fusión vertical que se autorizó. Sin embargo, es muy difícil vigilar el cumplimiento de este tipo de condiciones de conducta.

La venta obligatoria de activos tampoco garantiza que se resuelvan los problemas relativos a la competencia. Vender DirecTV no afectaría la posición firme de la empresa en el sector inalámbrico. Aunque venda las redes Turner, AT&T todavía tendría la marca de contenido más valiosa de la empresa, HBO. Sin embargo, cualquiera de estas ventas involucraría tantas complicaciones, que le pondría un alto a la fusión.

Independientemente de qué decisión tome el Departamento de Justicia, la lógica de las fusiones será la misma. Netflix entrega contenido a 109 millones de usuarios, y Amazon, a decenas de millones de clientes de su servicio Prime. Para poder competir en el mercado de la televisión en el futuro, los ejecutivos de los medios creen que su objetivo debe ser escalar tanto su distribución como su contenido.

Quizá hayan logrado persuadir a Wall Street de que sus planes son atinados, pero al parecer no han convencido a las personas indicadas en Washington.

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