© 2017 Economist Newspaper Ltd, Londres. Todos los derechos reservados. Reimpreso con permiso.

Un artículo de portada ampliamente leído sobre el impacto del calentamiento global en la revista New York de esta semana empieza ominosamente: "Es, lo prometo, peor de lo que usted piensa". Continúa prediciendo temperaturas en un Nueva York más cálido que el Bahrein de hoy, sequías sin precedentes en los sitios donde se producen los alimentos actualmente, la liberación de enfermedades como la plaga bubónica atrapada hasta ahora bajo el hielo siberiano y el colapso económico permanente.

Ante esas predicciones tan apocalípticas, ¿el mundo puede recibir consuelo de quienes argumentan que puede hacer la transición, con relativa rapidez y falta de esfuerzo, hacia la energía 100 por ciento renovable?

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

A primera vista, la respuesta a esa pregunta parece deprimentemente obvia. Pese a los costos declinantes, las energías eólica y solar aún producen solo 5,5 por ciento de la electricidad del mundo. La hidroelectricidad es una fuente mucho más importante de energía renovable, pero sus costos están aumentando y la inversión está cayendo. Analizando más ampliamente la demanda energética, incluida la de la calefacción doméstica, el transporte y la industria, la parte de la energía eólica y solar es de un minúsculo 1,6 por ciento. Parece imposible eliminar los combustibles fósiles de la combinación energética en el futuro previsible.

Todas las transiciones energéticas, como la del carbón a los hidrocarburos en el siglo XX, toman muchas décadas. Es el ritmo del cambio el que guía hacia donde fluyen las inversiones. Eso hace que los ecologistas se sientan más optimistas.

Durante la última década, la energía fotovoltaica (PV) solar y la eólica han estado viento en popa como fuentes de electricidad. Aunque la inversión descendió ligeramente el año pasado, la Agencia Internacional de Energía, un pronosticador mundial, anunció el 11 de julio que, por primera vez, la cantidad de capacidad renovable contratada en el 2016 casi igualó a la de otras fuentes de generación de energía, como el carbón y el gas natural.

En algunos países, las dos tecnologías –particularmente la PV solar en lugares soleados– son ahora más baratas que el carbón y el gas. Ya no es poco común que países como Dinamarca y Escocia tengan períodos en que el equivalente de toda su energía provenga del viento.

Las ambiciones están aumentando. El Senado Estatal en California, un estado que está cerca de alcanzar su meta de generar un tercio de su energía a partir de fuentes renovables para el 2020, ha propuesto elevar la meta a 60 por ciento para el 2030, y la meta de Alemania es volverse 80 por ciento renovable para el 2050.

Sin embargo, sigue siendo tema de un encarnizado debate si es posible producir toda la electricidad de un país sin nada más que viento, agua y sol.

En el 2015, Mark Jacobson de la Universidad de Stanford y otros argumentaron que la electricidad, el transporte, la calefacción/enfriamiento y la industria en Estados Unidos pudieran ser totalmente alimentados con energía eólica, hidráulica y solar para el 2050-55, sin que la variabilidad del clima afectara a los usuarios. Si se renunciara al uso de gas natural, biocombustibles, energía nuclear y baterías estacionarias, dijeron, la modelación climatológica, el almacenamiento de hidrógeno y la demanda flexible pudieran asegurar un suministro estable a un costo relativamente bajo.

En junio, sin embargo, Christopher Clack, fundador de una compañía llamada Vibrant Clean Energy, y otros investigadores emitieron una mordaz crítica al trabajo de Jacobson en The Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias, la revista especializada en la cual el equipo de Jacobson había publicado sus conclusiones.

Clack y sus asociados argumentaron que una atención estrechamente enfocada en las energías eólica, hidráulica y solar haría más difícil y costoso hacer frente al cambio climático de lo que debe ser, no menos porque ignoraba las tecnologías de cero carbono existentes como la energía nuclear y la bioenergía.

Afirmaron que los modelos suponían erróneamente que la producción de hidroelectricidad podía continuar por horas y horas a muchas veces la capacidad disponible actualmente, y señalaron la inviabilidad de reemplazar el sistema de aviación actual con aviones alimentados por hidrógeno aún no desarrollados. En su opinión, descarbonizar 80 por ciento de la red eléctrica es posible a un costo razonable, siempre que Estados Unidos mejore su red de transmisión de alto voltaje. Más allá de eso, sin embargo, la seguridad está lejos.

Otros adoptan una visión más amplia. Amory Lovins del Instituto de las Montañas Rocosas, un grupo de análisis con sede en Colorado, restó importancia a la disputa del 100 por ciento de energías renovables como un espectáculo secundario. Él se consuela con el hecho de que es cada vez más común que las fuentes renovables produzcan de manera sustentable la mitad del suministro eléctrico de una localidad. Cree que ese porcentaje pudiera aumentar con facilidad, posiblemente al 80 por ciento.

Para reducir las emisiones drásticamente, sin embargo, él pone más énfasis en una triplicación de la eficiencia energética, diseñando mejores edificios y fábricas y usando materiales más ligeros, así como manteniendo parte del gas natural en la combinación. También ve que las baterías de energía limpia en los vehículos eléctricos desplazarán a la demanda de petróleo, como sucedió con el petróleo en sustitución del aceite de ballena en el siglo XIX.

Una alta participación de las fuentes renovables podría ser menos eficiente al alimentar el crecimiento económico de lo que fueron los combustibles fósiles en su apogeo en el siglo XX. Sin embargo, si se quiere refutar a los pesimistas del clima, un sistema de energía limpia debe ser parte de la solución.

Dejanos tu comentario