© 2017 Economist Newspaper Ltd, Londres. Todos los derechos reservados. Reimpreso con permiso.

En 1965, André-François Raffray, un abogado de 47 años de edad en el sur de Francia, hizo el acuerdo de su vida. Fascinado por un departamento en Arles, convenció a la viuda que vivía ahí de firmar un contrato: él le pagaría 2.500 francos –entonces unos 500 dólares– al mes hasta que ella muriera, y a cambio ella le dejaría el departamento en su testamento. Como que ella tenía 90 años de edad, parecía una apuesta segura.

Treinta años después, Raffray estaba muerto y la viuda, Jeanne Louise Calment, seguía fuerte. Cuando eventualmente falleció a los 122 años, tras convertirse en la persona más vieja del mundo, la familia Raffray le había pagado más del doble del valor de la casa.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Subestimar cuánto tiempo vivirá alguien puede ser costoso, como han estado descubriendo los gobiernos excesivamente generosos y los endeudados programas de pensiones privadas. Están pasando apuros para cumplir promesas hechas en tiempos más fáciles. Las pensiones públicas siguen siendo la principal fuente de ingresos para las personas mayores de 65 años en toda la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, pero hay grandes diferencias entre países.

Tanto en Estados Unidos como en Gran Bretaña, la provisión pública reemplaza a alrededor del 40% de los ingresos anteriores, pero en algunos países europeos puede ser 80% o más. Donde conforma una porción mayor de los ingresos de pensiones totales, como en Grecia, Italia y Portugal, una fuerza laboral cada vez menor pasará crecientes apuros para financiar a un grupo de pensionados en aumento.

Los planes de pensiones privados, que complementan las provisiones estatales, han estado cambiando de planes de beneficios definidos, donde a los trabajadores se les promete una cantidad de ingreso fija en la jubilación, a planes de contribuciones definidas, donde los propios trabajadores asumen el riesgo. Esos planes son buenos para los patrones pero complicados para los individuos, quienes se vuelven personalmente responsables de asegurarse de que no vivirán más de lo que les duren sus ahorros. La nueva etapa de la vida que ahora surge entre el trabajo y la vejez suma otra complicación. Para dar acomodo a estos cambios, la industria financiera necesita una revisión.

Primero, tiene que actualizar el rígido modelo del ciclo de vida de tres etapas en el cual se basan la mayoría de sus productos. Segundo, necesita resolver dos problemas opuestos pero igualmente inquietantes: el ahorro insuficiente durante la vida laboral y el ahorro excesivo durante la jubilación. El primero ejerce presión sobre las fuentes públicas, mientras que el segundo conduce a un subconsumo a medida que el efectivo es guardado bajo el colchón. Tercero, la industria necesita un enfoque más creativo respecto de los activos de los que los jubilados pueden echar mano, incluidas sus casas, que hasta ahora han desempeñado un papel pequeño en la provisión para la vejez.

"En una vida de etapas múltiples, la idea de llegar a la jubilación definitiva a los 65 años y luego vivir de una renta es obsoleta", dijo Alistair Byrne de State Street Global Advisors, una administradora de dinero.

Sus clientes, muchos de los cuales pretenden trabajar pasada la edad del retiro normal, están pidiendo más flexibilidad para recibir sus ahorros a una edad más temprana. También quieren un ingreso seguro para la última fase de su vida.

"No es para nada obvio que la industria de pensiones tradicional, que aún ve la vida como un hecho en tres etapas, vaya a sobrevivir a esta transición", dijo Andrew Scott de la Escuela de Negocios de Londres.

Muchas personas simplemente no ahorran lo suficiente. Aproximadamente 40% de los estadounidenses se acerca a la jubilación sin ahorros en las cuentas de retiro ampliamente usadas como los IRA o los 401(k). En Gran Bretaña, 20% de las mujeres y 12% de los hombres entre los 55 y 65 años no tienen ahorros para el retiro, según Aegon.

Sin embargo, con la desaparición de los planes de beneficios definidos, el aumento en la edad del retiro y el incremento constante en la esperanza de vida, la mayoría de los trabajadores de hoy necesitarán ahorrar más que sus padres. Algunos de ellos no ganan lo suficiente para apartar dinero, pero para muchos el problema está en la mente: consistentemente subestiman cuánto tiempo vivirán y subestiman cuánto tiempo durará su dinero. Conforme más personas se vuelvan autoempleadas, hacerlas ahorrar para su vejez se vuelve cada vez más importante.

Una solución es permitir que los fondos de retiro sean usados más flexiblemente, lo cual podría alentar a la gente a ahorrar más. Sin embargo, es improbable que los estímulos sean suficientes.

"La gente necesita un empujón", dijo Myungki Cho del Centro de Investigación para el Retiro de Samsung Life en Seúl.

Algunos países, como Dinamarca y Holanda, ofrecen ese empujón haciendo la inscripción en los programas de retiro más o menos obligatoria. A falta de eso, la autoinscripción, recientemente introducida en Gran Bretaña, y el autoincremento –elevar las contribuciones con el tiempo– también pueden marcar una diferencia.

A menudo, las personas simplemente necesitan la confianza de que realmente pueden permitirse gastar un poco más en sí mismas.

Al mismo tiempo, sin embargo, muchos jubilados gastan menos de lo que pueden permitirse, lo cual crea sus propios problemas. Los investigadores Ronald Lee y Andrew Mason han encontrado que, en la mayoría de los países ricos, los ancianos son ahorradores netos. Ya que no pueden estar seguros de cuánto tiempo vivirán y cuál será su estado de salud, y como no tienen manera de predecir la inflación, las tasas de interés y los mercados, evidentemente es conveniente cierta cautela. Sin embargo, Chip Castille de Blackrock, una administradora de activos, piensa que ahorrar en exceso a menudo no es intencional.

"Sería una coincidencia extraordinaria si uno ahorrara exactamente lo suficiente para el retiro", dijo.

Esto llega al meollo del porqué algunos economistas son pesimistas sobre las sociedades que están envejeciendo. En una fase en que la gente mayor debería estar gastando libremente, muchos están acumulando riqueza, dijo David Sinclair, de ILC UK. Piensa que es más probable que las mayores libertades de pensiones concedidas en Gran Bretaña en el 2015 conduzcan a la frugalidad en vez de a un frenesí de gasto.

Ese ahorro excesivo "accidental" aumentará en un mundo de planes de contribuciones definidas, predijo Tony Webb, economista de la Nueva Escuela en Nueva York. Dada la opción, la gente reunirá sus propios fondos en vez de comprar rentas que ofrezcan un ingreso por un período determinado a cambio de un pago único. Si mueren jóvenes, el dinero será una bendición para sus herederos.

De manera similar, añadió Webb, ya que es difícil acceder al dinero invertido en casas durante el tiempo de vida del propietario, gran parte de este también será transferido. Las crecientes tasas del impuesto sobre la herencia pudieran marcar una diferencia, pero un mejor seguro es igualmente importante. Esta riqueza durmiente, que a menudo no es invertida ni gastada, está impidiendo que muchos de los viejos más jóvenes desplieguen todo su potencial económico.

"A menudo, la gente solo necesita la confianza de que hemos hecho las cuentas y de que realmente podrán permitirse hacer esa donación a una organización de caridad o gastar un poco más en sí mismos", dijo Kai Stinchcombe de True Link, una compañía de asesoría financiera para jubilados.

Dejanos tu comentario