A sus 27 años, esta ilustradora paraguaya encontró en la pintura y en la música una nueva forma de hacer arte: dibujar rostros de artistas del género a partir de una mancha.

Por: Micaela Cattáneo

Fotos: Gentileza

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La encontré escribiendo sobre las hojas vacías de un libro que ocupaba parte de la mesa donde estaba sentada, en un clásico bar del centro de Asunción. "Es un cuaderno de Joan Cornellà, un ilustrador español súperbizzarro que me gusta mucho", me aclaró, dispuesta a continuar con la taza de café que había pedido.

Vero (27) es una ilustradora paraguaya que hace retratos de músicos de jazz a partir de una mancha de pintura. Su primer encuentro con el género fue en Buenos Aires, Argentina, a los 17 años, cuando fue a estudiar dibujo y pintura en el Instituto Universitario Nacional de Arte (IUNA).

"En Argentina hay jazz por todos lados. Por primera vez, vi músicos del género tocando en vivo y fue increíble porque eso modificó la manera de encarar mis dibujos", recuerda la artista, en medio de la charla.

Su historia con el trazado, los pinceles y la pintura inició en plena etapa de dibujos animados y juegos al aire libre. "A los ocho años", recuerda. "Hacía paisajismo. A esa edad empecé a estudiar pintura con Porfirio Bustos. Pero el dibujo siempre lo hice de forma autodidacta hasta los 17 años, cuando fui a tomar cursos a Buenos Aires".

En su infancia, de alguna u otra forma, el arte estuvo presente, y eso gracias al talento que veía en su padre. "Papá siempre dibujó. Y el interés por la música, en parte, también viene de la influencia que recibí de él; de lo que escuchaba, porque se dedicaba a la danza contemporánea", rememora.

A la par que tomaba clases de dibujo y pintura en el vecino país, iba a las prácticas de bajo en el conservatorio de la universidad. "Ahí escuchaba mucho jazz, pero tocaba tango todo el tiempo porque me encantaba", comenta.

Si bien nunca se presentó de manera profesional como músico de jazz, asegura que lo improvisado del estilo la ayudó a definir un sello propio en sus obras de arte. "Estoy tratando de que al dibujar rostros de artistas de jazz pueda ser tan libre como lo que ellos tocan", destaca.

Entre tintas y papeles

Es la primera vez que Vero se encuentra en la búsqueda de un taller propio. "Como viví en muchas partes, nunca tuve un lugar fijo donde dibujar y pintar. Si bien trabajé mis obras en espacios donde se hace arte, nunca fui la dueña de esos lugares. Pero me acostumbré y creo que es parte de la esencia de lo que hago", indica.

Al momento de crear, no hay técnicas establecidas, porque al igual que en el jazz, deja fluir sus ideas con plena libertad. "Las ilustraciones nacen de una mancha. ¿Cómo es eso? Agarro varias cartulinas, las coloco en el piso, tomo un pincel y, directamente, desde el tarro voy salpicándolas con pintura. Cuando se secan, elijo las manchas que más me gustan y las uno con los rostros que venía pensando", explica sobre su método.

La relación entre sus hábitos artísticos y la escena del jazz es tan fuerte, que se percibe hasta en las comparaciones más sencillas. "Existe un ciclo de jazz donde se presenta un músico durante todo el mes. Yo puedo ir a todos sus conciertos, pero ninguno va a ser igual al otro. En cada improvisación hay una nueva expresión o idea", resalta. Y prosigue: "Me pasa lo mismo con los retratos. Si bien puedo estar dibujando el mismo rostro siempre, nunca va a ser igual. Y es ahí donde la libertad artística es sagrada. Creo que el arte debe vestirse de distintas formas, siempre y cuando sea real".

Inspiración de calle

Vero fue la artista que dio vida a los rostros de algunos referentes de jazz ubicados en los murales de bares como Mburucujazz y Drácena, sitios que promueven conciertos vinculados al género, en Asunción. "Es como un aporte que hice a la escena del jazz local. Más de una vez me dijeron: 'Qué bien se siente tocar acá y mirar la imagen de Herbie Hancock, Esperanza Spalding o John Coltrane'", cuenta.

Su desafío con el jazz, además de que la siga inspirando a la hora de crear, es el de poder improvisar como los grandes músicos con su bajo. Mientras tanto, se prepara con el instrumento para presentarse como parte del Ensamble Pu Rory, que está bajo la dirección de Berta Rojas. "Audicioné este año y quedé", agrega.

Su voz tímida no le saca fuerza a su discurso: "El jazz te vuela la cabeza", sostiene y, paradójicamente, es la expresión que la mantiene con los pies firmes sobre la tierra. "Conocí el jazz caminando por Buenos Aires, y es desde ese lado humilde del género o desde esa cultura de calle con la que siempre me quiero identificar".

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