Faltan poco más de seis meses para las elecciones generales de nues­tro país, que se realizarán el 22 de abril del 2018, para elegir nuevo presidente de la República y vicepresidente, además de la renovación de las cámaras del Congreso Nacional y las gobernaciones y sus respectivos consejos departamenta­les. Por consiguiente, estamos entrando en pleno clima electoralista, en que primero los partidos deberán seleccionar sus candi­datos a los cargos electivos para presentar­los luego a las elecciones generales.

Como todo tiempo electoral, se exaltan los ánimos, se enfatizan los pros y los contras de los distintos candidatos y mucha gente se deja llevar por el clima casi pasional pro­pio de los momentos preelectorales. Por lo que es aconsejable proponer a la ciudadanía tener serenidad para realizar una reflexión sensata, en que primen las razones, que ayude a tomar resoluciones adecuadas para el país.

La actual administración gubernamen­tal, a lo largo de los 4 años y dos meses que lleva al frente del país, ha demostrado una gestión extraordinaria que permitió el pro­greso franco de la nación en todos los ámbi­tos. Tanto en la producción y el comercio exterior, en la preocupación social por los más necesitados, en la inversión en infraes­tructura, en la preocupación educativa, en la creación de nuevas fuentes de trabajo mediante el ingreso del capital extranjero, en la seguridad interna y en la buena ima­gen del país en el exterior este Gobierno ha realizado una tarea descollante cuyos resultados pueden resumirse en los favora­bles números de las estadísticas.

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La tarea no ha sido suficiente porque nues­tra larga herencia de pobreza y atraso hace que falte aún mucho por hacer en diversos campos de la vida nacional. Pero el desa­rrollo del Paraguay en todos los ámbitos ha tenido un repunte importante para que pudiéramos salir de nuestro secular subde­sarrollo e irrumpir hacia una nueva reali­dad acorde con el momento histórico mun­dial.

En estos momentos el Paraguay se encuen­tra en la difícil encrucijada de decidir si se da continuidad a este proyecto político-e­conómico-social exitoso o si se aventura a otros rumbos que hasta ahora son incier­tos para el país. Rumbos inciertos, en el sentido de que la alternancia u oposición representadas por las agrupaciones políti­cas y los candidatos ajenos al oficialismo no han presentado un programa de gobierno ni una conducta de trabajo que pudieran garantizar el desarrollo y la buena marcha del país.

Este hecho hace que sea más sencillo el análisis de la situación y que la conclusión indique claramente cuál de las posibilida­des políticas es la que más conviene al Para­guay. Por lógica simple hay que concluir, que, entre lo desconocido e incierto, por un lado, y la certeza de lo conocido y exitoso, por el otro, había que inclinarse por esta última alternativa, es decir, la continuidad de una gestión acertada y conveniente.

Por consiguiente, no tiene por qué extra­ñar a nadie que los personeros del Gobierno propongan y trabajen por la continuidad del modelo que está convirtiendo al Para­guay en un país moderno y progresista. Y que desde las esferas del Poder Ejecutivo se señale el nombre de la persona que pueda garantizar la continuación de la acertada gestión que se está llevando adelante.

Buenos ejemplos de la continuidad de un proyecto político y económico hay muy elo­cuentes en la historia reciente. Salvando las distancias, tal es el caso del ministro Ludwig Erhard, el responsable del "milagro alemán", quien sucedió como canciller de su país dando continuidad al programa eco­nómico y político de Konrad Adenauer, el prócer que reconstruyó Alemania después de la Segunda Guerra Mundial.

Desde esa perspectiva, es saludable que desde el Ejecutivo se señale a los indicados para continuar el proyecto no solo por aspi­raciones políticas, sino por un elemental sentido de la responsabilidad, para no dejar el país en manos desconocidas y some­tido a proyectos inciertos o de poca soli­dez. Y dado que en una democracia como la nuestra los que deciden finalmente son los votos de los ciudadanos, los responsables de este Gobierno tienen la obligación polí­tica y moral de señalar a esa ciudadanía el camino que más conviene transitar.

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