En la semana que pasó fue entrevistado por la radio 970 de este grupo periodístico el ministro de la Juventud, Marcelo Soto, quien expresó su esperanza de participación juvenil en los próximos comicios, agregando que es la única manera de cambiar " la vieja política".

Es verdad, pero no es tan fácil. La política no ha logrado hasta hoy permear en su condición de herramienta de cambio social a vastos sectores de la población juvenil, que la sigue mirando con recelo. Las causas pueden ser diversas.

Un mes antes de las elecciones generales del mes de abril del 2013 se informaba que "un total de 1.288.789 jóvenes, entre 18 y 34 años de edad, representa el 37,7% de los 3.417.516 electores, están habilitados para el sufragio en las próximas internas y la generales del 2013".

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

En octubre del mismo año 2013 se analizaron los datos de las elecciones y arrojó como resultado que "si bien la participación en las elecciones generales registró un incremento sostenido, en el 2003 hubo 62,28%; en el 2008, 65,41%; y en el 2013, 68,56%. Al comparar por grupo de edad, el nivel de intervención más alto corresponde a los ciudadanos de 40 años de edad para arriba (más del 70%); en tanto, el segmento de 18 a 24 años de edad, tuvo el menor nivel (inferior al 63%)".

Y el informe del TSJE agrega que "esto demuestra que aun existiendo la Ley 4.559/12 de Inscripción Automática, que benefició a 81.419 jóvenes de 18 años de edad, las personas que realmente participaron de los últimos comicios nacionales y departamentales fueron las de 40 años y más".

Hay un dato que se debe citar sobre la tendencia de la política paraguaya al respecto de la participación juvenil que se da desde el tiempo de la dictadura y que merece una especial atención porque tal inercia puede ser una luz de alerta para entender por qué los jóvenes, o no toman parte de los partidos o toman parte de la política por fuera de los mismos.

Las reivindicaciones juveniles en tiempos de la dictadura decían que los jóvenes servían para " algo más que acarrear sillas" en una expresión simbólica sobre el rol al que le asignan de organizar eventos políticos. Con el advenimiento de la democracia el debate sobre la participación juvenil creció enormemente, pero aun no la participación propiamente, pese a los esfuerzos que realizan las actividades sectoriales.

Por esto es desalentador lo ocurrido recientemente, tanto en la quema del Congreso como en el investigado episodio de fabricación de bombas incendiarias en el local del PLRA, ya que al inducir a grupos de jóvenes a incluirse dentro de tales prácticas (como se sospecha) se los ubica en un rol que tarde o temprano acabará con un castigo legal y ante ello, obviamente, se deprimirá la participación de otros jóvenes en la política; jóvenes que –por cierto– creen que la política es el debate de una sociedad mejor y no precisamente el asalto y la quema de un poder del Estado.

Ante ello vale puntualizar que no es justo adjudicar genéricamente a los jóvenes del PLRA estos hechos delictivos, probablemente han sido grupos o individualidades adherentes que fueron reclutados para tal efecto, pero al hacerlo desde determinada bandera colocan el paradigma del ejercicio de la política como una participación basada en la violencia y el atropello.

Muchos jóvenes que habrían sido testigos vía televisión de los hechos acontecidos (la absoluta mayoría de los jóvenes) probablemente –y una vez más– rechazarán la militancia en partidos por considerar que se enturbia con la violencia y el riesgo de vida, incluso. Otras situaciones similares, de antivalores se transmitieron desde jóvenes de la ANR y de diversos partidos durante toda la historia de la transición en ocasiones igualmente puntuales.

Por ello deben generarse, principalmente desde el Tribunal Superior de Justicia Electoral, un trabajo serio que aliente a los jóvenes a tomar parte de la política, pero no desde una condición de "brazo violento" de ningún sector político, sino desde la formación política de altura, la capacidad de debate y por sobre todo desde la posibilidad de mirar el futuro con más calidad que los mayores.

En síntesis, son irresponsables los partidos políticos que condenan a sus jóvenes a ser fuerza de choque en tanto en realidad para que la política paraguaya cambie se necesita que los mismos sean la fuerza del pensamiento

Si no se produce ese cambio de paradigma va a transcurrir de nuevo toda una generación de la política paraguaya secuestrada por los viejos vicios, sencillamente porque la inercia de una praxis errónea solo puede cambiar provocando una crisis en el pensamiento retrógrado y generando un debate con la altura que se merecen estos nuevos tiempos.

Dejanos tu comentario