• Por Antonio Carmona
  • Periodista

Como si no tuviera ya suficiente mala fama, al pobre mes de agosto, el que mata, según el dicho popular, a mujeres viejas y vacas flacas, pero que –es sabido– amenaza a muchos más, en su lucha de vientos enfrentados, como decía Elvio Romero; que nos regala días de treinta y muchos grados, para confrontarnos al día siguiente con una helada. No es casual que ese día primero de agosto la gente forme cola, haga calor o frío, frente a las yuyeras maestras del carrulim, aunque algunos opinen que es una vuelta más de nuestra doble afición a la caña y a los yuyos, que en este mes de confrontaciones se hermanan en el mítico trago que, dicen que "regula" el buen deambular de la sangre para enfrentar al mes aciago. Y hay que tener estómago y valor para bajarle los cinco tragos reglamentarios –mínimos-, no sé por qué la tradición no pone un tope máximo; pero así son las tradiciones consumistas, siempre a favor del consumidor o del ofertante, según el punto de vista.

El caso es que no contentos con este mes que liquida gentes y ganados en estado de debilidad, apareció ahora el "agosto liquida", que contribuyó ampliamente con la liquidación de los salarios ya saqueados por la compra de abrigos y por las vacaciones de invierno, por calurosas que sean.

Agosto liquida se sumó al famoso Black Friday, importado de EEUU, que terminó traducido al paraguayo en black fraude.

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Ahora se convirtió en Agosto liquida, como si ya fuera poco el mal agüero agosteño y de acuerdo a las inspecciones de la Secretaría de Defensa del Consumidor, con serias irregularidades que atentan contra el bolsillo de los consumidores, en base a su pecado del consumismo mezclado con la ingenuidad más la luminotecnia de la publicidad.

Y que se suma a una serie de estafas realizadas durante todo el año, aunque explotadas ahora más fuertemente en la debilidad agostía que no sé si tiene que ver con la confrontación de vientos, con los fríos repentinos y las heladas traicioneras o con el entusiasmo consumista que puede producir la euforia de los cinco tragos, cuanto menos, del carrulim, a primerísima hora de la mañana.

Claro que a favor de este hay que decir que, a la luz de las denuncias, han aparecido miles de estafados en operaciones económicas que hasta resulta increíble que haya aún crédulos que puedan digerirlas y no constan que hayan consumido previamente el mitológico trago.

Desde los que creyeron en la promesa de hacerse millonarios con una pequeña apuesta, incrementada vez a vez por la incentivación sabia de los estafadores; estafas típicas que saltan a la vista por groseras. O la empresa que vendía productos a precios multimillonarios, pero en cuotas minúsculas que hacían caer al consumidor en la trampa.

Se comentaba en estos días del reclamo de condonación de las deudas de campesinos, que en cualquier momento podrían sumarse los docentes que apenas cobran un mínimo porcentaje de su salario, endeudados por trampas, a veces con complicidad de funcionarios, pero siempre con la ingenuidad o la ignorancia económica del embaucado y el conocimiento de esa ignorancia de parte de los estafadores. Y, por lo que se ve en los procesos judiciales, con la falta de acción determinante de la justicia.

Pero sobre todo, es obvio que el principal factor es la falta de educación, ese déficit que arrastramos y nos hace arrastrar en todas las áreas de la actividad cotidiana.

Sería bueno que la justicia sea más pronta y barata con estos estafados, sancionando pronto y duramente a los estafadores, que lamentablemente, cuando se destapa el robo, ya tienen bastantes recursos como para capear vientecillos y hasta temporales en la Casa de Astrea. Y mejor aún que la Secretaría de Defensa del Consumidor y las instituciones afectadas vieran la forma, aparte de advertir, de educar a los consumidores

Será justicia.

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