• POR ANDREW ROSS SORKIN

"Confianza" es una palabra curiosa. Se deriva, en parte, de la palabra latina "fides", la cual se traduce como "fe". Es un sentimiento, una voz interna.

Si acabas de leer los encabezados del último año relacionados con lo que parece un desfile continuo de crisis y crisis en potencia –Corea del Norte, la interferencia rusa en las elecciones de Estados Unidos, la Europa posbrexit, los daños de los huracanes–, podrías pensar que cualquier sentido de "fe" en la economía global podría estar temblando o, al menos, ser incierto.

No exactamente

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La semana pasada, después de haber ido de conversación en conversación con algunos de los principales líderes empresariales y directores ejecutivos de la nación, percibí una cantidad impresionante de "confianza" genuina en nuestra economía aquí y, sí, incluso a nivel mundial.

"Estoy muy sorprendido", mencionó el jueves pasado Laurence D. Fink –fundador de BlackRock, el administrador más grande de dinero en el mundo, el cual supervisa cerca de 6.000 millones de dólares– en una conferencia de The New York Times DealBook, en la que describió su nuevo sentido de optimismo.

"Si me hubieran preguntado hace un año cómo me sentía, les habría respondido que estaba preocupado por esta y aquella región", comentó, e hizo una lista. "Hace año y medio, nos preocupaba China", agregó. "Hace un año, habría dicho que la estabilidad de la eurozona": ambas nos están superando. "Pero la otra sorpresa es lo robusta que está la economía estadounidense: lo sólidas que son las ganancias corporativas. En mi opinión, esa es la sorpresa más grande, qué tan robusta es la rentabilidad corporativa, incluso cuando Washington es tan disfuncional".

Por supuesto que el presidente Donald Trump se ha hecho el hábito de robarse el crédito del crecimiento en la economía y de las ganancias de los mercados de valores. "La razón por la que nuestro mercado es tan exitoso soy yo", afirmó la semana pasada el presidente mientras iba a bordo del avión Air Force One. "Siempre he sido grandioso con el dinero, siempre he sido grandioso con los empleos, a eso me dedico".

Si se merece o no el crédito, siendo benévolos con él, habría que debatirlo. Sin embargo, la verdad absoluta es que, si la economía mundial –y el mercado de valores– es un juego de confianza, esta última está ganando con claridad.

Mark Cuban desprecia tanto a Trump que está considerando postularse para presidente en el 2020 como candidato republicano porque "eso implica que tienes un mano a mano con Trump justo en las primarias, y nada me divertiría tanto como eso". Sin embargo, afirmó que cree que la economía se encuentra en tan buen estado que, cuando se trata de invertir en el mercado de valores, "yo solo, bueno, simplemente me dejo ir".

Cuban, el dueño de los Mavericks de Dallas, aseguró que tiene una pequeña cantidad de efectivo guardada por si las dudas. "Me quedo con un poco, a manera de cobertura. Lo llamo mi 'cobertura de Trump', porque nunca se sabe. En la actualidad, 280 caracteres pueden cambiar el mercado en un santiamén", señaló, no tan en broma para aludir al nuevo límite de caracteres de Twitter, la herramienta de comunicación preferida de Trump.

Medir la confianza es, claro está, un asunto subjetivo. Hay decenas de encuestas realizadas a directores ejecutivos y otros directivos en las cuales les preguntan qué tanta "confianza" sienten. A comienzos de este año, The Conference Board informó que la confianza de los directores ejecutivos en el primer trimestre había llegado a los niveles altos previos a la recesión del 2008, aunque encuestas más recientes han demostrado un declive ligero.

No obstante, las fusiones, que esta columna lleva mucho tiempo señalando como la medida más pura de la confianza –ya que la mayoría de los ejecutivos solo hacen transacciones cuando sienten confianza genuina en sus propios negocios y el entorno económico– han alcanzado un récord máximo. Floreció los meses pasados, después del que daba la impresión de ser un inicio de año sorprendentemente deslucido, porque los ejecutivos parecían estar paralizados con una especie de incertidumbre, pues estaban intentando medir los primeros pasos del nuevo presidente.

Parece que los directores ejecutivos han encontrado la certeza de que la "incertidumbre" que pudieran sentir no es tan incierta después de todo.

No obstante, hay ciclos de la economía que están provocando ansiedad. "Los últimos dos o tres años no han sido nada divertidos", señaló Mickey Drexler, presidente de J. Crew, en una conferencia sobre el negocio tradicional de ventas al menudeo, el cual ha sido derrotado por Amazon y los cambios en el comportamiento del consumidor. "Ha sido terrible". Estos problemas también se están extendiendo a los dueños de los bienes raíces y los centros comerciales.

La pregunta es si todo el entusiasmo de los directores ejecutivos es reflejo de una economía realmente robusta o si no nos estamos percatando de algo.

"Hay muchas personas que hablan del récord máximo del mercado de valores. Este no es un indicador de la economía de Estados Unidos", explicó Howard Schultz, presidente ejecutivo de Starbucks. "Estoy muy consternado sobre los millones de estadounidenses que no participan en la economía".

Tal vez valdría la pena recordar esto. Si hay una lección respecto de tener confianza, en especial cuando todos están sintiendo lo mismo, es que esta se puede revertir con facilidad.

"Después de los desastres corporativos y del sector público, suele suceder que los participantes caen presas de una forma colectiva de ceguera caprichosa y de exceso de confianza: se desechó de forma sistemática la creciente cantidad de señales de advertencia o se encontró con un estado de negación, se hizo caso omiso de la evidencia o se reinterpretó selectivamente; se evitó a los inconformistas", escribió Roland Bénabou, un profesor de Princeton, en un trabajo seminal sobre la confianza y el pensamiento de grupo. "Las burbujas y las manías en el mercado muestran el mismo patrón: inversionistas que actúan como 'daltónicos en un mar de señales coloridas de alerta' y después, una crisis".

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