"Es como vivir en el infierno sin haber muerto".

Así describió James Freeman, el fundador de Blue Bottle Coffee, el proceso de hacer una empresa pública en la era moderna, y es la misma razón que dio para explicar por qué la semana pasada prefirió mejor vender su empresa a Nestlé.

No es ningún secreto que los mercados públicos de valores están en bancarrota. Ningún director ejecutivo quiere vivir en el foco de la atención y enfrentar inversionistas problemáticos que tienen acciones durante días y meses, en vez de años y décadas.

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La cantidad de empresas que cotizan en bolsas de valores públicas es la mitad de lo que era hace dos décadas. El año pasado hubo menos empresas que se volvieron públicas que durante la crisis financiera.

"Es un mundo extraño. Hace 10 años, ya nos habríamos vuelto públicos", comentó a The Financial Times Stewart Butterfield, director ejecutivo de Slack, una empresa de mensajería de oficinas con un valor de 5.100 millones de dólares.

En la actualidad, hay una serie de empresarios que está proponiendo nuevas maneras de arreglar el problema. Recientemente, Chamath Palihapitiya, un intrépido empresario que fue uno de los primeros empleados de Facebook, lanzó una empresa pública, la cual era conocida como una empresa adquisitiva con propósitos especiales, o una empresa de "cheque en blanco", en la cual se invirtieron 600 millones de dólares. El intento es que esta compañía se fusione con uno de los unicornios de Silicon Valley, volviéndola pública por medio de un tipo de puerta trasera.

La idea es hacer a un lado "el proceso de volver una empresa pública, el cual es un verdadero daño cerebral", afirmó Palihapitiya.

Al mismo tiempo, Spotify, la empresa con un valor cercano a los 13.000 millones de dólares que transmite música, está explorando un plan para cotizar sus acciones directamente en la Bolsa de Valores de Nueva York, sin recabar dinero nuevo de inversionistas públicos.

Tal vez el esfuerzo más ambicioso y provocativo sea el de una empresa que hasta ahora estuvo en "modo furtivo": LTSE (Bolsa de Valores a Largo Plazo), la cual dirige el empresario Eric Ries. Con el respaldo de algunos de los líderes entre los inversionistas de capital de riesgo –Marc Andreessen, Reid Hoffman y Steve Case, entre otros– la nueva bolsa tiene como objetivo reinventar el significado de ser una empresa pública. Dentro de los cambios que se buscan llevar a cabo en el ecosistema: los derechos de voto de los inversionistas (mientras más tiempo lleves como propietario, tendrás más capacidad de votar), nuevas políticas de divulgación (incluida una moratoria de "lineamientos") y una refundación del esquema de remuneraciones, para que los ejecutivos realmente se concentren en el largo plazo (recomienda derechos sobre acciones de hasta una década).

Vale la pena entender cómo se ha desgastado tanto el proceso de una OPI (Oferta Pública Inicial) y de los mismos mercados.

Según Palihapitiya, el giro –al menos en Silicon Valley– comenzó durante la crisis financiera. "En Facebook, básicamente dimos vuelta a la narrativa, y lo hicimos a propósito", mencionó. "Nuestra única preocupación era 'seguir siendo privados durante más tiempo'. Y la razón fue que estábamos muy seguros de que así engañaríamos a muchos para que no quisieran volverse públicos o sacar ventaja de los mercados de capitales".

Palihapitiya señaló que Facebook esperaba que "todas esas empresas murieran finalmente porque no eran tan buenas y entonces nosotros absorberíamos todo su talento".

Haya sido un truco o no, "seguir siendo privados" se convirtió en un mantra de Silicon Valley. Y debido a la cantidad de dinero que se derrama por toda la industria de la tecnología, las empresas han podido postergar el hecho de volverse públicas sin quedarse en bancarrota.

Sin embargo, esta situación ha creado todo tipo de problemas, en particular el de los empleados que sienten que se ha hecho pedazos su contrato social con las empresas: trabajar por un salario bajo, pero con muchas acciones por la suposición de que las empresas se volverían públicas. Y perfectamente podría afectar la innovación.

Palihapitiya dijo que el lamento de muchos empleados se volvió el siguiente: "No puedo pagar mi casa con 'misión y valores'. En verdad necesito remuneración en este momento. Actualmente, Silicon Valley es uno de los lugares más caros para vivir". Por lo tanto, muchos empleados han estado brincando de una empresa a la otra en busca de una OPI elusiva, explicó Palihapitiya.

Su respuesta es eliminar el proceso de la OPI. En cambio, por medio de su vehículo negociado de manera pública, una empresa unicornio –una manera simplificada de llamar a una empresa tecnológica privada con un valor de más de 1.000 millones de dólares– se podría fusionar a la inversa con esta, y volverse pública de manera instantánea.

A diferencia de una oferta pública inicial, en la cual los empleados y los primeros inversionistas tienen ciertas fechas de "inmovilización" que definen cuándo pueden vender acciones, él puede escribir las reglas de la forma en que lo desee la empresa. Ciertos empleados, por ejemplo, podrían vender antes, o las ventas podrían escalonarse, para que no hubiera un "excedente" de acciones el cual pudiera deprimir el precio antes de que expirara un periodo importante de inmovilización.

Palihapitiya también fue capaz de escoger a la mayoría de los grandes inversionistas de la empresa, quienes estuvieron de acuerdo con sus propios periodos de inmovilización, lo cual los orientó mucho más hacia el largo plazo. Por todo esto, él se lleva una jugosa suma: 20% de los 600 millones de dólares. No obstante, si su empresa adquiere un negocio de cinco a 20 veces mayor a su tamaño por medio de una fusión inversa, la cuota es la misma o menor que la de un banquero, y todo se paga con acciones, así que, a diferencia de los bancos, los intereses de Palihapitiya están alineados con los de la empresa.

El plan más estimulante que circula por Silicon Valley es la LTSE de Ries. La idea cambia la dinámica entre la bolsa de valores y a quienes les sirve, explicó Ries, lo cual sugiere que las bolsas de valores tradicionales se concentren más en los inversionistas –y en todas las ganancias asociadas con las operaciones bursátiles– en vez de que lo hagan en las empresas que cotizan.

Ries, quien escribió un libro titulado "The Learn Startup", espera crear una bolsa que se concentre en las necesidades de las empresas con una visión a largo plazo y en los inversionistas que estén en la misma sintonía. Cree que el problema que enfrentan las empresas privadas no solo es el proceso de la OPI, sino también "la experiencia vivida de ser una empresa pública".

Tal vez lo más inusual de su enfoque de bolsa –el cual debe ser aprobado por la Comisión de Bolsa y Valores– sea qué tanta influencia y poder de votación podrían tener los inversionistas en las empresas.

En la actualidad, un inversionista que tiene una participación de un mes, incluso de un día, tiene el mismo poder de votación que alguien con participaciones de años. Ries quiere que los llamados "turistas" –accionistas a corto plazo– tengan menos poder de votación que los accionistas a largo plazo.

Un sistema de este tipo haría que las estructuras de doble categoría, como las de Snap (o The New York Times), fueran menos atractivas para sus fundadores. Esto ayudaría a acabar con otro problema que ha surgido: las empresas de doble categoría pagan al director ejecutivo, en promedio, tres veces más de lo que pagan las empresas con un solo tipo de categoría.

Ries también toma en cuenta los planes de remuneración. Quiere que las empresas que coticen en su bolsa tengan programas de adquisición de derechos sobre las acciones de al menos cinco años y recomienda diez años, incluso para los ejecutivos que dejen la empresa.

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