ANDREW ROSS SORKIN

Cuando llega un huracán devastador como Irma o Harvey es inevitable que se difundan rápidamente las historias sobre el aumento excesivo de los precios. En días pasados, previo a la llegada de Irma a Florida, un vuelo de clase turista solo de ida de Miami a Phoenix se disparó de 547,50 a 3.258,50 dólares, lo cual provocó indignación inmediata. En Houston, la foto de un paquete de botellas de agua a la venta por 42,96 dólares en Best Buy causó la misma reacción (Best Buy se disculpó y argumentó que había sido un "gran error" de algunos empleados).

En total, durante la emergencia reciente, más de 8.000 quejas se interpusieron en la oficina del procurador general de Florida sobre el aumento abusivo de los precios de productos como el gas, los alimentos y el hielo.

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34 estados del país tienen leyes contra este tipo de especulación para proteger a los consumidores. Sin embargo, en una pequeña sección del mundo de los economistas y empresarios, muchos argumentan que aumentar los precios en realidad es algo bueno.

Por supuesto que es cruel y puede ofender nuestro sentido de la decencia. No obstante, varios economistas de la escuela de Milton Friedman sobre la teoría del libre mercado lo creen en serio. Sostienen que las medidas que combaten el aumento de los precios, promulgando el control de los precios de forma eficaz durante las emergencias, provoca que los consumidores no se incentiven para conservar los insumos esenciales. También señalan que se distorsiona el incentivo de los proveedores para llevar productos a zonas peligrosas –o tener suministros adicionales a la mano antes de los desastres–, de tal manera que se daña a las personas.

"El límite de los precios evita que se realicen esfuerzos extraordinarios para suministrar productos de alta demanda en áreas afectadas", escribió Michael Giberson, un instructor del Centro para el Comercio de Energía en la Escuela de Negocios Rawls de la Universidad Tecnológica de Texas, en un artículo de opinión que circuló por todo Wall Street. Mientras tanto, sugirió, "se desalienta la conservación de productos necesarios en el momento exacto en que hay una gran demanda por ellos". Y agregó: "En un caso típico de consecuencias accidentales, la ley daña precisamente a las personas a quienes intentan ayudar los legisladores".

Consideren este escenario, como lo describió Matt Zwolinski, director del Centro de Ética, Economía y Políticas Públicas de la Universidad de San Diego: si un hotel que suele cobrar 50 dólares por habitación pudiera duplicar el costo a 100 dólares por noche durante una emergencia, "una familia que tal vez habría escogido rentar habitaciones separadas para padres e hijos a 50 dólares la noche podría rentar solo una habitación a un precio mayor. Y una familia cuya casa estuviera dañada pero fuera habitable podría escoger tolerar la situación en vez de pagar 100 y no 50 dólares por una habitación".

El resultado es que al permitir el alza de los precios "aumenta el suministro disponible: como consecuencia del comportamiento ahorrativo de los consumidores, habrá más habitaciones disponibles para los individuos y familias que más las necesiten", sostuvo Zwolinski en un trabajo titulado "The Ethics of Price Gouging".

Tyler Cowen, un profesor de economía de la Universidad George Mason, cree que puede suceder algo aún más grave durante las emergencias nacionales: un tipo de mercado negro, al cual empeoran las leyes que evitan el alza de precios y los negocios que temen que haya un clamor viral si aumentan los precios.

"Si la tienda no aumenta los precios, los clientes más astutos podrían comprar todas las existencias, revenderlas durante la emergencia y subir ellos los precios", escribió la semana pasada. "O los empleados de la tienda podrían dar los pocos productos a sus amigos y familias. No crean que la alternativa al alza corporativa de precios necesariamente es un resultado más justo, pero ese punto sutil no siempre se interpreta bien en las redes sociales".

Esto podría ser verdad o no. Sin embargo, el hecho es que sigue habiendo un hueco en el argumento de que está bien aumentar los precios: cómo hacer que los recursos "estén disponibles para las personas y las familias pobres, muchas de las cuales apenas pueden costear los precios normales", afirmó Joe Carter, un editor sénior del Instituto Acton, un centro de estudios de derecha.

Una idea que ha ganado terreno podría ser que el Gobierno respaldara cupones para el alza de los precios.

"Antes de un desastre natural", escribió Carter en un blog recientemente, "las personas y las familias podrían solicitar cupones del gobierno los cuales podrían cubrir la diferencia de los costos entre el precio normal y el precio aumentado de emergencia para una canasta específica de bienes y servicios esenciales".

El gobierno reembolsaría a los negocios la diferencia en el precio al presentar los cupones.

Podría parecer una idea sensata a primera vista, pero se complica rápidamente: ¿los pobres y los ancianos en verdad podrán sortear los obstáculos para obtener los cupones antes de una tormenta? Es difícil de creer. De forma más ominosa, podría surgir un mercado negro de los cupones.

Tal vez haya algo que aprender en esta disquisición teórica, pero las emergencias nacionales son la distorsión máxima de la actividad económica diaria y, a pesar de lo atractivo que pueda parecer el libre mercado en algunas circunstancias, lo más probable es que las distorsiones económicas que se dan durante un desastre empeoren, no mejoren.

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