• Por Alex Noguera
  • Periodista
  • alexfnoguera@hotmail.es

Me escapé y fui. Hacía tiempo que me había prometido ver personalmente una de las famosas ferias de empleo organizadas por el Ministerio del Trabajo. El evento fue el miércoles y el jueves en Textilia, así que sin prisa me dediqué a observar y el primer punto que me llamó la atención fue ver a muchos jóvenes con su currículum "pateando" incluso hasta Mariscal López, a más de un kilómetro. Solos o en grupos de dos o de a tres eran fácilmente identificables ya que la mayoría cargaba su típica mochila, un termo y la consabida escuálida carpeta con su hoja de vida.

A pesar de la cantidad de gente, ya en el sitio todo fluía de manera ordenada. Eso también me sorprendió. Fuera, de un lado, una veintena de personas descansaba sentada en la vereda a resguardo de la sombra, y del otro, una fila de interesados formaba esperando turno para entrar al tinglado.

Sin que nadie me lo presentara reconocí al director del Empleo, Enrique López Arce, quien con su traje oscuro desafiaba al calor, proveyendo personalmente de planillas a los que estaban en la fila. Y no solo eso, bajo el sol y con gran amabilidad aconsejaba a los jóvenes sobre cómo debían encarar las entrevistas laborales. Escuché que a un chico que no tenía ninguna experiencia le recomendaba que tentara con cuatro determinadas empresas, que le resultaría más fácil. A otro muchacho, con el pelo que casi le llegaba hasta la cintura, le hacía ver que tendría mayores chances si se lo recortaba un poco. No como un desinteresado empleado estatal, sino como un padre se involucraba con esa gente que había llegado a Textilia en busca de una esperanza. Con delicadeza también los alentaba en no decaer en la primera oportunidad ya que era normal tentar tres o cuatro veces antes de alcanzar el objetivo.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Dentro del tinglado podían verse dos baterías de mesas con gente despachando las filas de jóvenes. Y estos, tras una breve charla con los expertos laborales se dirigían hacia los boxes en los que atendían representantes de doce diferentes empresas. Los más de 3.000 convocados tendrían oportunidad de acceder a alguno de los aproximadamente 500 puestos ofrecidos.

El acondicionador de aire dentro hacía diferencia. El ambiente estaba más fresco y hasta me pareció que se respiraba alegría. Pese al esfuerzo de llegar hasta allí, pese al calor y a las limitaciones o a las inseguridades propias de la juventud, los chicos demostraban gran responsabilidad y entusiasmo. Tras esperar pacientes su turno se sentaban frente a los organizadores y les exponían sus datos. La mayoría iba en busca de su primer empleo. Se les anotaban los detalles y aceptaban la carpeta con el curriculum, lo que tenía un gran significado para los interesados en conseguir una oportunidad laboral.

Yo no perdí tiempo y departí con algunos de los presentes. Además escuchaba atento a las manifestaciones que se producían luego de cada entrevista. Amigos, compañeros y hasta desconocidos formaban grupitos y cuchicheaban. Contaban qué les habían preguntado y las ventajas de ir hacia una u otra mesa. Destacaban algún horario o una posible remuneración. Entre ellos se aconsejaban qué responder y cuál era la mejor manera de encarar el momento.

Concentrado en esos detalles estaba cuando se me acercó una mujer y me saludó con amabilidad. Me refirió que ella acompañaba a su hija, quien también estaba en busca de su primer empleo. Mientras esperábamos me describió el fenómeno que afecta actualmente a la mayoría de los jóvenes. Me decía que debía hacer esfuerzos para "sacar a los chicos" fuera de la casa ya que ellos preferían quedar encerrados con la computadora. Esta generación está perdiendo la capacidad de socializar, solo interactúa con sus amigos y (des)conocidos a través de las redes sociales y no de persona a persona. Incluso, como utilizan el teclado y casi no hablan, el lenguaje oral se les va atrofiando sin darse cuenta y cuando deben conversar acaban expulsando frases guturales en vez de ideas entendibles y coherentes.

Varias percepciones me dejó la jornada en Textilia, pero una me alarmó. No muchos, sino muchísimos de los que acudieron a las entrevistas salieron del sistema educativo tradicional –colegio– y se recibieron sin tener idea de qué harían a continuación. Los jóvenes reconocían que se habían propuesto la meta de conseguir el título de bachiller, pero al hacerlo fue como si se les acabara el mundo y no sabían luego hacia dónde ir.

La iniciativa del Ministerio del Trabajo es más que una idea acertada, es una necesidad urgente y más empresas deben acompañar este esfuerzo. También el Ministerio de Educación debe dejar de arrojar bachilleres que queden flotando en el espacio y encaminarlos más seriamente hacia un nuevo objetivo antes de concluir el ciclo.

Dejanos tu comentario