• Por Bernt Entschev
  • Fundador de The Bernt

No hay forma más sincera de enaltecer una persona que hacerlo por medio de un elogio. Según los estudiosos de este "arte", al ser agraciado con dicha actitud, el cuerpo humano libera sustancias que reflejan directamente en el bienestar. Es decir, es muy bueno ser elogiado.

Pero la cultura del elogio dentro de las organizaciones aún es poco experimentada. Muchas todavía no lo han adoptado, las otras que lo hacen, acaban por realizar de forma desfigurada, muchas veces trayendo un efecto contrario a lo que se desea. Y otro grupo todavía, cree que eso no es más que una gran tontería y que los profesionales no hacen más que su obligación.

Elogiar sí puede cambiar el ambiente de trabajo y dejarlo aún más productivo y con personas mucho más satisfechas y dispuestas a contribuir con la organización.

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Para ello, es primordial que los gestores de las organizaciones logren distinguir el elogio de feedback. Empieza por ahí. El primero se refiere a un hecho puntual o a una determinada actitud. El segundo necesita levantar puntos buenos y malos del profesional, de cuando en cuando y tiene la función de corregir rumbos.

Según el elogio cuando es practicado, necesita estar fundamentado en argumentos sólidos. Quien lo recibe, sabe efectivamente que eso no es inconsistente, no es forzado y no tiene otro objetivo sino exactamente el reconocimiento de un hecho. Cuando el elogio es fake, la tendencia es que no solamente el elogiado se sienta incomodo, pero también colegas de equipo que notan que hay algo extraño, generando, incluso muchas veces, comentarios innecesarios.

Si exactamente hay un elogio a ser hecho, busque hacerlo delante de los otros colegas de trabajo. El reconocimiento se vuelve más amplio y puede inspirar otras personas a tener la misma actitud que está siendo reconocida. Si el objeto que motivó el elogio es algo colectivo, debe dar el crédito al equipo, nunca a una sola persona.

Empresas que practican el elogio consistente tienden a tener un clima organizacional más liviano, con personas más satisfechas, seguras y creativas. Ya tuve la oportunidad de presenciar organizaciones que no tenían efectivamente, por un período, cómo recompensar los colaboradores financieramente, pero por tener una política de reconocimiento –incluyendo buenas prácticas de elogios– los colaboradores, cuando eran indagados sobre los rumbos de su vida profesional, no les gustaría dejar esa empresa en los próximos años.

A pesar de ser extrovertido, abierto y feliz, la práctica del elogio no es una constante. Parece hasta una contradicción, pero es un hecho. Y, esto empieza aún en la familia, cuando los niños no son reconocidos por sus padres o por los adultos que los rodean. Elogiar en la infancia, además de hacer el bien, también va a contribuir para que adultos sepan elogiar en el futuro.

Entonces, tenemos un largo camino a recorrer. Practique en su casa, en el condominio, con los colegas de la iglesia, del trabajo y ante todo, no solamente con las personas que le gusta. Trate de hacerlo también con las personas que no conoce y ahí sentirá efectivamente el poder de un elogio.

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