• Por Dany Fleitas
  • daniel.fleitas@gruponacion.com.py

Todo candidato sabe hoy día que para encarar una campaña electoral con mayores posibilidades debería contratar un especialista en el manejo de la comunicación estratégica. Nadie que aspira a un cargo electivo, en el mundo, se lanza a esta aventura en este milenio sin recurrir a un entendido en la materia.

Dependiendo de los valores del político y de sus objetivos, recurrirá al asesoramiento de un profesional con el perfil que se maneja en el rango de la ética o a uno inescrupuloso que se desempeña con técnicas y herramientas destructivas.

El candidato tiene la libertad de escoger entre una de estas dos opciones, pero a veces ocurre que -sin pretenderlo- el comunicador contratado tiene el perfil no esperado, al margen de la calidad de su trabajo. Por esta razón, previamente el interesado debe saber exactamente qué es lo que quiere: construir e instalar una imagen positiva ante el colectivo ciudadano o destruir la imagen del o ciertos adversarios.

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La comunicación para campañas electorales manejada desde la óptica de la ética, está orientada hacia el ideal de la construcción de una imagen positiva del candidato o aspirante a cargo electivo, cuidando los principios ancestrales del respeto a los derechos de terceros, sin trasponer los límites de la moral y de las buenas costumbres. Su objetivo es constructivo y de gran disciplina, se focaliza en "explotar" positivamente las fortalezas de su candidato y busca que su figura se instale masivamente.

Del otro lado, están aquellos profesionales que se especializan en las denominadas "campañas sucias", donde la ética, el respeto a la dignidad y derechos de terceros les tiene sin cuidado. Esta clase de profesionales no son vistosos, son muy poco conocidos; por lo general se manejan con muy bajo perfil, pero son muy bien cotizados. Sus artimañas y técnicas apuntan a la destrucción de los adversarios del momento.

Muchas veces ocurre también que los candidatos, confiando en sus propias fuerzas, arrancan y avanzan en sus campañas de la manera tradicional, con cierta ética en la difusión de sus actividades y propuestas hasta cierto punto, pero cuando se dan cuenta de que los sondeos -que pueden estar errados- no les son favorables, entran en pánico y recurren a los expertos de la "guerra sucia".

Aquellos candidatos que llegan a este punto de desesperación tienen que saber que este extremo puede tener un efecto devastador, ya que se trata prácticamente del último recurso disponible para frenar al oponente. Y tiene también su lectura: en primer lugar quiere decir que a pesar de todo el trabajo realizado su figura no ha "prendido" y segundo que el adversario está en una posición de ganador. Es por eso que estos "trabajos" se hacen con sigilo.

Hay que entender también que es muy difícil sacarlo de la cancha un candidato en posición de ganador en el último tramo de la campaña. Esto es porque la gente ya ha tomado su decisión y porque ha hecho un buen trabajo de base para instalar su imagen ante la ciudadanía.

En nuestro país hay muchos ejemplos de líderes, aspirantes a cargos electivos, que han recurrido a especialistas en la destrucción, pero no recuerdo ninguno que haya tenido éxito. El ejemplo típico es la dupla Efraín Alegre-Rafael Filizzola, que en la campaña electoral pasada apeló a la "campaña sucia", pero de igual manera cayó estrepitosamente ante la dupla Horacio Cartes-Juan Afara. No hay que olvidar este ejemplo concreto. La fórmula de la Lista 1 se impuso ante aquella alianza porque a pesar de la denostación permanente no respondió nunca al agravio y avanzó con ideas claras.

La gente está cansada de las agresiones verbales y de los ataques de tinte personal. El paraguayo de hoy, de la era democrática, en su mayoría joven, piensa distinto y quiere escuchar de los candidatos propuestas de solución a sus problemas.

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