• Por Alex Noguera
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Una de las exclusivas ventajas que dispone el ciudadano del Siglo XXI sobre sus colegas de otras generaciones es poder surfear por la naturaleza tecnológica. Es tan emocionante descubrir cada día las novedades que esconde internet, que los teléfonos inteligentes se convirtieron en una especie de órgano apéndice del ser humano. Este fenómeno se produjo tan lenta y sutilmente, que el hombre no se dio cuenta de que fue atrapado –y hoy vive– en una celda virtual.

Usted, amigo lector, intuye que hay ciertos detalles que le indican "que algo está mal", pero no logra definir exactamente cuáles son. Por ejemplo, si un día cualquiera sale de casa tan de prisa que olvida llevar el celular, en el 95% de los casos estoy seguro de que regresará por él. Ese aparatito ahora forma parte de su cuerpo a tal punto que usted no toma conciencia de ello. No se cuestiona que antes salía sin esa sombra tecnológica y era libre. Hoy no. Hoy está pendiente de una posible llamada o del sonido de su grupo favorito de WhatsApp que le indica que alguien acaba de hacer un comentario. Usted tiene miedo de salir sin su smartphone. Tiene miedo, está inseguro sin su celular.

No deje que la valentía de su ego refute esta premisa y diga como los adictos que usted puede dejar esta droga informática cuando quiera hacerlo. Se engaña.

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El periodista Luis Fernández Lagraña compartió hace días en su cuenta de Facebook algunos datos reveladores. Escribía, por ejemplo, sobre la palabra "nomofobia", que proviene de la frase "no mobile phobia", o sea miedo a estar sin el móvil (celular). No es un concepto antojadizo, sino un problema generalizado de este tiempo. Se refiere a la angustia, ansiedad o miedo irracional que experimenta actualmente el ser humano ante la pérdida del celular, o a la escasa batería, como si al acabar esta la vida misma estuviera en riesgo. Incluso la falta momentánea de señal en el dispositivo dispara una alarma en la persona.

Tan grave es la situación de este ilustre ciudadano del Siglo XXI, que ni dentro de la casa deja de estar pendiente de su teléfono. Los expertos, advertidos del problema y para que la persona no sufra de este nuevo tipo de estrés, hasta formulan ciertas recomendaciones. Entre ellas, apagar el aparato por las noches (también cuando se conduce), no utilizarlo cuando se está con otra persona, desconectarlo los fines de semana y revisar sus mensajes solo al final del día para responder los más importantes o las llamadas urgentes. La mayoría de las personas no puede cumplir ni una sola de estas sugerencias.

Otra palabra que no hace mucho se agregó al léxico del moderno homo sapiens es "Phubbing" y según Fernández implica la acción de ignorar la presencia de otra persona para prestar atención al celular. Este término también proviene del inglés, de "phone" (teléfono) y "snubbing" (menospreciar).

A muchos, su herido ego les susurra al oído que ese concepto es una invención exagerada de los ingleses, sin embargo podemos ser críticos y observar objetivamente a nuestro alrededor. Vamos a notar que esta conducta se repite en todas partes. Más de un familiar en un almuerzo se engancha a su dispositivo y se abstrae de los demás; también en el trabajo, desde el albañil que piropea a la novia descuidando su obligación hasta el oficinista atrapado en Facebook que engaña al jefe, incluso el conductor que arriesga a su pasaje porque el "Pip Pip" es más fuerte que su voluntad.

Aunque parezca mentira, en las relaciones amorosas de hoy las rosas se marchitan en las florerías porque los emoticones llegan primero y los besos no tienen tiempo porque los "Muacks" aparecen antes en el display. De las caricias o roces de piel, ni hablar. Son solo para los que vivían en la época de las cavernas. El romanticismo está en coma a causa de la taquigrafía y prisa virtual de hoy, así como las reglas ortográficas que ya son historia por culpa del corrector automático.

Los nacidos en este siglo son seres que, como los animales en vías de extinción, cada vez tienen menos contacto con la naturaleza. Viven frente a la pantalla en vez de salir a jugar; prefieren los videojuegos a ensuciarse al ir a pescar y compartir un momento irrepetible con papá o con mamá. Antes los niños nacían con el pan bajo el brazo; esta generación viene con la tecnología. La conocen por instinto y desde muy temprano demuestran una amplia facilidad, que deja en ridículo a los "viejos".

Es emocionante poder surfear por el universo virtual, sin embargo el hombre también necesita poner pie en tierra firme. También debe ser consciente de que debajo del agua siempre hay piedras, siempre, y de que muchas son traviesas y les gusta dar cabezazos a las tablas de surf.

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