• Por Jorge Torres Romero
  • Periodista

Es la típica actitud de las personas que se sienten superiores a los demás. Los hijos de la dictadura, que tuvieron una vida llena de opulencia, fruto del dinero malhabido, son generalmente los más proclives a asumir esta postura.

Es que siempre tuvieron todo lo que quisieron sin que eso precisamente les genere un gran esfuerzo en trabajo y dedicación, sino más bien lo obtenían con un zapateo o un chasquido de dedos. Así fueron construyendo su personalidad y cuando se enfrentan a una situación que los incómoda reaccionan con desdén.

Esta actitud la vimos el lunes pasado en el primer debate entre los precandidatos a la presidencia de la República por el partido Colorado y fue la asumida por Mario Abdo Benítez, el hijo del ex jerarca de la dictadura de Alfredo Stroessner.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Mario Abdo destila esa arrogancia típica del niño caprichoso malcriado, capaz de destruir su juguete por el solo hecho de no compartir con ese que el desprecia.

Por ello es que se coloca un manto de dudas acerca de la unidad plena dentro de la ANR, si Santiago Peña logra vencer en las internas del 17 de diciembre. La postura dubitativa, pendular y esquiva de Mario Abdo cuando fue consultado si apoyaría a Peña, revela la actitud descrita más arriba: capaz de destruir su juguete si no logra lo que quiere.

Es decir, a juzgar por sus expresiones y actitudes, Mario Abdo estaría más cerca de sellar un pacto con el presidente del principal partido de la oposición (Efraín Alegre) antes que acompañar a Peña, a quien considera indigno.

¿Corre el Partido Colorado el riesgo de sufrir la misma división del 2008 cuando Blanca Ovelar fue la candidata del oficialismo? Algunos analistas sostienen que sí, considerando las posiciones casi irreconciliables que asumen algunos referentes del Movimiento Colorado Añetete y porque además a Mario Abdo lo apoyan el "Mariscal de la derrota" y el "Sargento de la traición".

Pero a diferencia del 2008, la principal fortaleza de Peña es precisamente lo que le pretenden endilgar como su debilidad: ser el candidato elegido de Horacio Cartes.

Peña asume esa condición y redobla la apuesta al sostener que seguirá la gestión y el modelo del actual gobierno por lo que hace y hará campaña de la mano de Cartes, hecho que no ocurrió cuando Blanca Ovelar fue candidata y mantuvo casi oculto al entonces presidente, Nicanor Duarte Frutos.

El discurso conciliador y hasta light que usa Peña para referirse a su adversario político ocasional, quien no pierde la oportunidad para atacarlo, tendría dos explicaciones, el primero es que Santiago se siente ganador y sabe que debe evitar la confrontación para dejar la menor cantidad de "heridos" en las internas y lo segundo, es su propia personalidad y formación, que le impiden entrar a ese juego perverso de las descalificaciones.

También habría que sumarle que el candidato oficialista busca captar la atención de ese electorado joven casi desinteresado en las rencillas políticas, mientras que el disidente apunta a los históricos, a los que presumen la validez de los años del pañuelo rojo sobre el cuello y a los saldos y retazos que dejó el movimiento Honor Colorado.

Los debates sirven no solo para escuchar las posturas de los candidatos sobre determinados temas de interés general, sino también valen para que la ciudadanía desempolve o vea que detrás de esos discursos, también existe otro lenguaje que a veces habla más fuerte, dice más cosas y delata a las personas con un solo gesto, que quizás valgan más que escuchar 100 propuestas de gobierno. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.

Dejanos tu comentario