• Por Matías Ordeix
  • Socio del Club de Ejecutivos

Todo extranjero, desde el momento que pisa Paraguay, siente en el aire una cordialidad única. Los paraguayos somos extremadamente hospitalarios, excelentes anfitriones y tenemos gran facilidad para hacer amigos. Sorprendidos quedan, cuando, por ejemplo, visitándonos por negocios, a una persona que recientemente conocemos lo invitamos a nuestra casa a compartir un asado. Esto tiene para ellos, sobre todo si son visitantes europeos o norteamericanos, un valor significativo, pues ven en este y otros gestos, un cordial comportamiento amistoso.

La amistad entre paraguayos, que se manifiesta en salidas y "asadachos", no puede faltar casi en ningún fin de semana. Los lazos de amistad que se tejen desde el colegio, el barrio o incluso en grupos de estudio o trabajo, son habitualmente sólidos y se prolongan positivamente en el tiempo. El Día de la Amistad, que se celebra a fin de julio, es un fantástico día de festejos y fiestas, no solo realizados en casas particulares de los amigos, sino que comercialmente se organizan conciertos, fiestas en discotecas, restaurantes llenos esos días, etcétera.

La amistad debe celebrarse, debe fomentarse, la solidaridad entre hermanos paraguayos contribuye a construir un mejor país. El apoyo entre compatriotas, la ayuda y el soporte a los más necesitados debe seguir estando en el ADN guaraní.

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Por otro lado, y con pena reconocemos, está la cara oscura de la amistad, su sombra que también está en muchos de nosotros, y es el "amiguismo". Si bien su raíz u origen pueda compartir similitud con la misma palabra, amistad, sus connotaciones son completamente distintas, hasta antagónicas.

El amiguismo castiga a la sociedad, nos perjudica. Pues por definición es “ser parcial para con los amigos, especialmente al designarlos en posiciones de autoridad, sin importar si están cualificados”. Por lo tanto, el amiguismo es contrario en la práctica con la meritocracia. Justamente un país que precisa de personas capacitadas, profesionales, honestas y proactivas, muchas veces ven truncadas sus aspiraciones a ocupar una posición laboral en el Estado, por competir deslealmente contra el crudo amiguismo de los que están atornillados a la rosca política.

En nuestra realidad política actual se han hecho intentos de profesionalizar los cargos públicos, pero éstos han sido insuficientes. Muchas veces quienes han accedido con meritocracia a la vorágine del Estado han sido deglutidos por la sombra, el oscurantismo, del crudo amiguismo. Porque además del mérito, el profesional que decide con valentía acompañar la gestión pública debe tener un temple de acero, personalidad y cintura al mismo tiempo. El amiguismo, favoritismo y nepotismo son moneda corriente que debemos ir desmantelando.

Nunca debemos confundir la amistad con la complicidad. Un amigo debe ser fiel, sin ninguna duda, pero está obligado también a decirle en forma honesta y directa cuando su "socio" se ve apartado del camino de la ética o la transparencia. La sinceridad es uno de los pilares de la relación de amistad, un amigo debe advertirte y orientarte en "lo bueno y lo malo", pues si no, tarde o temprano, esta falta de alerta podrá hacer tropezar a nuestro amigo.

Sigamos festejando la amistad, continuemos siendo un país solario y amiguero. Fomentemos los encuentros, los asados, la felicidad y la risa contagiosa con nuestros amigos. Pero también procuremos corregir y luchar con el duro flagelo del amiguismo, que destruye nuestra democracia y cercena la posibilidad de crecer y construir un mejor Paraguay. Preocupémonos, ocupémonos en fomentar la amistad y mutilar el amiguismo.

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