• Por Pablo Noé
  • Gerente periodístico GEN
  • pablo.noe@gruponacion.com.py

La sociedad quedó impactada por la muerte del juvenil arquero Bruno Cañete en el campo de juego del Sport Colombia, en plena disputa de un encuentro contra el Cerro Corá, por el torneo de divisiones inferiores del ascenso del fútbol paraguayo. Las primeras informaciones apuntaban a que el triste suceso fue desencadenado por un pelotazo que detuvo el portero, quien instantes después de detener el balón, cayó al césped, y todos los intentos por reanimarlo fueron vanos.

La información, que corrió a la velocidad de estos tiempos, se multiplicó y todos los medios centramos nuestra mirada en el suceso haciendo conjeturas apresuradas, dejando de lado el dictamen científico derivado de la autopsia y también las opiniones de profesionales de la salud que sospechaban que era muy difícil que solo el pelotazo fuera la causa del fallecimiento.

Además, en ningún momento nos detuvimos a pensar en el pobre chico, que como producto del juego disparó el balón, parado por su colega que después cayó en desgracia. No reparamos en analizar el grado de afectación a la salud mental de un adolescente, que como muchos, acude a cada práctica y partido para cumplir el sueño de ser futbolista profesional. Tampoco pusimos en foco a los otros adolescentes presentes en el lugar, ni en sus familiares. Solo salimos a escupir información de manera irresponsable.

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Muchas veces empujados por la premura cometemos este tipo de errores. Es un proceso en el que quizá avancemos aprendiendo a cada paso, cuando entendamos la configuración globalizada del mundo que nos toca afrontar. Lo verdaderamente preocupante es el siguiente aspecto, y la manera en que nos exponemos, a otros errores también muy graves.

Una vez que se conoció la verdadera causa de la muerte, una falla cardíaca que pudo ser congénita o que se desarrolló durante su vida, descartando el balonazo como motivo del deceso, nuevamente volvimos a equivocarnos al diseñar escenarios que puedan evitar este tipo de casos. Desde los medios de comunicación, hasta la propia cabeza de la Asociación Paraguaya de Fútbol se habló de rediseñar el esquema de horario de partidos, de dotar de paramédicos y médicos en todos los escenarios, e incluso obligar la disposición de una ambulancia en cada campo de juego. Con este esquema las críticas fueron disminuyendo y la preocupación bajando de intensidad. Sin embargo, este planteamiento sigue siendo insuficiente para evitar muertes en las canchas.

El camino real es la prevención como primera opción, que se sume a la reacción, que es lo sugerido hasta ahora. Es decir, que todos los niños y adolescentes, desde sus primeros pasos en el fútbol tengan un estricto control de su estado de salud y condición atlética. No el simple papeleo burocrático de pedir a un médico una constancia, sino de un estudio a profundidad que incluya estudios más estrictos, como un ecocardiograma por ejemplo, para saber el verdadero estado de cualquier persona que ingrese a un campo de juego.

Es cierto, en el caso de Bruno no existía un profesional ni ambulancia que lo pudieran asistir, pero hay que ser claros, solamente se hubiera salvado si se tenía conocimiento de su estado de salud y cómo estaba su corazón para entrar a disputar este partido de fútbol. Su muerte debe marcar un antes y un después para que tantas lágrimas derramadas no sean en vano. Es necesaria una gran inversión en infraestructura médica, con recursos que genera el mundo del fútbol, que es el deporte más popular del país y el mundo. No podemos volver a errar, porque al perder en este tipo de partidos, caemos todos, sin ninguna posibilidad de revancha.

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