• Por Esteban Aguirre
  • @panzolomeo

Si bien soy un gran enemigo de la frase "Vinimos a aportar (pausa dramática) nuestro granito de arena" en cualquier situación que se presente, con un propósito en mente hago alusión a la misma en el titular de esta pieza literaria a la cual llamo mi columna, otros transeúntes se refieren a la misma como el "¿Qué carajo pio anda tomando este muchacho?", pero bueno, no se puede complacer siempre a la lectura semanal de mi abuela. Sigo con mi punto, el motivo por el cual la frase me parece foulera, como dirían en el fulbo, es porque genera una muletilla, un justificativo para hacer poco en un momento en que el mundo necesita mucho. No necesitamos granos de arena en formato de solidaridad, necesitamos bodoques, ladrillos, murallas y playas de arena que vengan con la misma intención que ese proverbial y afamado "granito de arena".

El sábado 20 de mayo el Puerto de Asunción convirtió grano en Gramo, celebrando finalmente el festival de ideas e innovación que había sido cancelado, cortesía de unos pocos que no representan a muchos y el épico y tal vez necesario resultado de ver el Congreso de un país prenderse fuego. No hago apología a la violencia, sí a la justicia, ya que la violencia es finalmente el último refugio del incompetente. Incompetentes que pusieron muchas fichas y apostaron al oparei o la apatía de los paraguayos. Felizmente esa apuesta se vio destronada por ciudadanos llenos de vida e indignación con ganas de gritar "así no". Ese mismo día el festival Gramo FIIS y todas las ideas alrededor del mismo se veían enfrentados a bajar la voz y esperar un mejor momento para celebrar la industria de color naranjaité.

Un festival de ideas que logró congregar a quienes batallan por sus propias ideas. Si bien tengo mis reservas sobre qué(s), cómo(s) y por qué(s) de la filosofía detrás de cualquier idea y mi ceja va a estar eternamente fruncida mientras me despojo de prejuicios al escuchar nuevas ocurrencias, creo de igual manera que estamos viviendo en tiempos en donde las ideas son de las que las hacen, no de las que las dicen, y que la frase "01% inspiración. 99% transpiración" se aplica a la necesidad de mover con ideas el marcador del producto interno bruto de un país que a veces se comporta, justamente, a lo bruto.

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A nosotros nos tocó vivir las ideas desde nuestro lugar, la cocina. La cocina llamada Guarará y el "nosotros" al que me refiero es aquel grupo de entusiastas cocineros, amateur y profesionales, amigos, músicos y comensales que hace ya 5 años vienen empujando la idea de juntarnos el primer lunes del mes a cocinar, comer, cantar, bailar y por sobre todo ponerle fin a ese nefasto término de "luneró" que ya anticipa el mal pasar y mal pensar. Como dijo una vez mi buen amigo el joven Blaya: "Necesitamos más espacios, espacios para coexistir, el Guarará es uno de esos espacios. ¡Brindemos por la búsqueda de más y mejores espacios!".

Guarará, luego de 5 años de transitar, viene tomándose un semestre sabático en su proceso de reinvención. Un momento para respirar y dejar decantar esta moda gastronómica que no solo ocurre en nuestro país, sino en el mundo entero. Siempre dijimos que teníamos miedo a la frase "boom gastronómico", pareciera que vamos a explotar y salir volando en pedacitos. Ya hemos visto esto ocurrir en varios ámbitos culturales, la música, el cine, la propia literatura en tiempos de escasos lectores, y ahora le toca el turno al arte de cocinar. Pongo cierta tranquilidad en el hecho de que los tiempos de moda finalmente sirven para separar lo falso de lo verdadero. La cocina finalmente recibe a aquellos que quieren vivir dentro de ella, no vivir a costillas de ella, o en las palabras de mi abuela: "¡Andá entrepaná un guiso mijo!".

La cocina, ese lugar, a veces frío, a veces caluroso, pero siempre de fuego amable para la persona que entra con respeto a los ingredientes y a las personas con quien el tiempo, la técnica, la paciencia y la pasión decidirán compartir la energía del alimento. Ahí es donde yace el verdadero heroísmo de transformar los deseos en realidades y las ideas en hechos.

Por más cocineras y cocineros con ideas y no más fantasmas ni figmentos de una idea de cocineros con cocinas carentes de ese único ingrediente que debe funcionar en forma antes de que el cerebro emita una idea. Ese ingrediente llamado, ¡corazón!

¡Salú!

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