• Por Gabriela Rojas Teasdale (*)
  • @GabyTeasdale

Un buen amigo de mi familia lidiaba con el desafío de guiar a su hijo adolescente. Tenía algunos problemas para establecer límites porque quería que el chico tuviera una vida más ligera respecto a la suya. Él venía de un entorno humilde, había tenido que esforzarse mucho para salir adelante y quería que su hijo disfrutara de la situación económica holgada, en la que ahora vivían. Además era su único varón y la familia cargaba con el bagaje cultural de tratar al chico "como a un rey".

El resultado eran notas regulares, quejas de los maestros y una mala actitud en general de parte del niño, sobre todo en el ámbito familiar. La empresa de este nuestro amigo había participado en el programa "La Transformación está en Mí" de la Fundación de Liderazgo de John Maxwell y eso lo impulsó a hablarnos sobre su conflicto. La conversación nos condujo a intercambiar opiniones sobre el valor de la responsabilidad. Él sentía que no estaba asumiendo su responsabilidad como padre y que no estaba siendo un buen ejemplo para su hijo al no tomar acción respecto a sus fallas. Reconocía que muchas veces se escudaba en la falta de tiempo poniendo como excusa sus múltiples compromisos laborales para no lidiar con el problema. Y eso lo mortificaba bastante. Juntos reflexionamos sobre las lecciones incluidas en el material de liderazgo que distribuimos a las empresas y organizaciones, y al cabo de unos minutos logramos tener el panorama un poco más claro.

Todos tenemos responsabilidades, en el sentido de deberes u obligaciones. Pero una cosa es tener una responsabilidad y otra diferente es asumirla, es decir, reconocer y aceptar esos deberes u obligaciones y actuar en consecuencia. Tomar decisiones, y lo más importante, tomar acción. La verdadera autonomía llega a partir de tener responsabilidades, asumirlas y tomar acción. Quienes asumen responsabilidades están cumpliendo con su papel en la vida.

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La responsabilidad es además un elemento esencial de la integridad; es la congruencia entre lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos. Es esencial para la reciprocidad, la confianza y para mantener una relación de armonía con el entorno. Nadie disfruta estando junto a un charlatán, alguien que habla mucho, pero a la hora de actuar desaparece. Nadie es eficaz simplemente por diseñar un plan que nunca se va a concretar. Por eso la responsabilidad es un valor importante en todos los aspectos de nuestra vida. Un líder es aquel capaz de cumplir los compromisos adquiridos con los demás y con él mismo, alguien capaz que mantener las promesas que hace. Solo siguiendo esta línea puede convertirse en una persona confiable, en alguien que da el ejemplo.

Luego de las conversaciones que tuvimos, nuestro amigo enfrentó su responsabilidad, inició un diálogo paulatino con su hijo y logró que ambos se acercaran entendiendo sus diferencias. La responsabilidad es una elección y muchas veces implica renunciamientos. No es fácil, de hecho, la mayoría de las veces es más fácil eludir que enfrentar este valor. Pero es fundamental para sentirnos mejor con nosotros mismos, para crecer personalmente y para hacer que el mundo nos mire de diferente manera. Si tuviéramos líderes que hablen menos y hagan más, viviríamos en un país diferente.

(*) Presidenta de la Fundación Transformación Paraguay.

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