• Por Pablo Noé
  • Director periodístico La Nación TV
  • pablo.noe@gruponacion.com.py

La noticia sin contexto, hoy, es abrir una puerta a la barbarie informativa. En este escenario, el rol del periodista dejó de ser secundario, para convertirse en protagonista principal, de manera peligrosa e incontrolable, de los acontecimientos sociales. Esta es una de las cuestiones a las que debemos acomodarnos en la sociedad del conocimiento, en donde el poder de la globalización es impredecible.

Un análisis que intente razonar sobre estos hechos fácticos que nos golpean, debe superar los límites de la prensa, y bucear en la cultura general de la sociedad paraguaya. Como producto de un nivel educativo bajísimo, la calidad de los profesionales que ejercen sus tareas (en general), no puede escapar a esta regla.

La sobreexposición a estímulos de todo tipo, hace que el ciudadano promedio esté constantemente en contacto con información de una dudosa calidad, lo que transformó al periodista puntualmente y al comunicador en general en un elemento vital.

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Básicamente, intentar analizar al periodismo, desprendiéndose de la sociedad en la que vivimos es imposible, porque aunque nuestro trabajo sea una forma de vida y una de las miles de maneras que existe de ganar plata, no deja de estar expuesto ante la ciudadanía que hasta influencia en que podamos o no seguir al aire.

Constantemente escuchamos que analistas desde diversas perspectivas hablan de lo mal que estamos en el Paraguay. De la falta de valores, de la carencia de ejemplos, de la necesidad de intentar construir una imagen diferente porque el rumbo que tomamos es incorrecto. En esta fórmula, vemos que el modelo se replica en los medios de comunicación. Lo que se ve, escucha y lee en la prensa es el fiel reflejo de la forma en la que vivimos en nuestra sociedad.

  • Lógicamente que las prioridades están marcadas por lo que consideramos es lo más interesante. En ese rubro, los medios de prensa, que intentan sobrevivir en medio de una dura competencia, no hacen más que tomar este insumo, del interés ciudadano para captar su atención.

Esta aseveración no intenta justificar las barbaridades que cometemos en los medios. Totalmente al contrario, lo que pretende es reflexionar más allá involucrando la labor profesional del periodista dentro del marco de la sociedad. Una educación pobre, una formación cultural endeble y una creciente inserción de un marketing voraz es el espejo de lo que se observa en los medios. Finalmente como personas, somos de la forma en la que nos vemos.

Los límites de lo que es bueno y malo, en este contexto, caen en una decisión personal de cada periodista o de su equipo de producción. Porque si apelamos al único dios rating, vamos a hacer cualquier cosa con el único fin de mantener expectante y en constante crecimiento a la audiencia. Este dilema no es más que la prueba contundente de que el contenido en los medios es como aquella paradoja de quién vino primero, si el huevo o la gallina.

La experiencia de estar en esta profesión demuestra que el axioma que dice "Malas noticias son buenas noticias" es asimilado no solamente por quienes estamos en este oficio, sino por la propia audiencia que espera alguna información negativa para "premiarnos" con su atención. Exhibir un material que educa acerca de cómo mejorar la administración de los recursos para generar ahorro a fin de mes tendrá una inmensa minoría en audiencia en comparación a la trágica imagen de un velorio de una víctima de la inseguridad. ¿Cuál de los temas es más útil? Esa respuesta no está en directa relación con el dilema de qué fue lo que más interesó a las personas.

Lógicamente que las prioridades están marcadas por lo que consideramos es lo más interesante. En ese rubro, los medios de prensa, que intentan sobrevivir en medio de una dura competencia, no hacen más que tomar este insumo, del interés ciudadano para captar su atención. Y nos quedamos en ese pensamiento, intentar rescatar lo más atractivo para mostrarlo sin que importe nada más.

La responsabilidad es compartida. Repito, no por defender los intereses corporativos de los medios ni intentando justificar nuestra labor, sino para comprender que el motivo de nuestro comentario tiene la misma raíz común que la gran mayoría de los temas en nuestra sociedad, la educación. Si realmente tenemos una mejor formación, podremos balancear mejor nuestro menú informativo, consumiendo dosis más equilibradas de noticias que ayuden a mejorar nuestra calidad de vida, así como las que simplemente ayudan a entretenernos.

Mientras no comprendamos que en este esquema la responsabilidad es compartida, seguiremos bailando la misma canción, en donde el maldito rating será el que nos marque la agenda. Las moscas no tienen razón. Aunque revoloteen en el mismo lugar, ese menú no es agradable.

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