La palabra tránsfuga, que en el español rioplatense utilizamos para denominar a un sinvergüenza, es decir –para utilizar como referencia el Diccionario del Habla de los argentinos–: "Persona aviesa y tramposa", originariamente –como se conserva en el diccionario de la Academia de la Lengua (DRAE), que hoy responde, contradictoriamente en este caso, a los aportes de todas las academias de todos los países iberoamericanos– tiene las significaciones:

-Persona que pasa de una ideología o colectividad a otra; persona que con un cargo público no abandona éste al separarse del partido que lo presentó como candidato, y militar que cambia de bando en tiempo de conflicto.

Es decir, hablando claro, una persona que cambia de partido, de bando o de ideología de acuerdo a las conveniencias. En buen jopara se lo denominaría yvytuista, es decir, veleta que se acomoda a como vienen los vientos del poder, a la posibilidad de conseguir un cargo o seguir usufructuándolo, sin importar partido o ideología, simplemente acoplarse a la fresca viruta del poder.

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Pese a que en la historia política del Paraguay, como en tantos otros países, el transfuguismo, es decir, el oportunismo político es una realidad, las democracias modernas suelen tener controles constitucionales para evitar que el oportunismo acomodaticio pueda socavar la coherencia de las propuestas electorales a los votantes, convirtiéndose en acomodos futuros en contra de la voluntad de los que votaron una posición y no un posterior reacomodo político.

Tenemos en este momento dos conflictos en los partidos tradicionales porque la dirección partidaria les ha dado el mandato de una posición política, que sectores disidentes no acatan, con respectivos conflictos en tribunales partidarios y jurídicos. No se trata de transfuguismos, sino de divergencias que nuestra Constitución contempla y que se ventilan en los tribunales partidarios, electorales y, posiblemente, hasta en la Corte Suprema.

Es un conflicto coherente dentro de la democracia, diferencias internas; es decir, que los embanderados bajo un signo político, una ideología o una doctrina puedan tener diferencias.

Es decir, hablando claro, una persona que cambia de partido, de bando o de ideología de acuerdo a las conveniencias. En buen jopará se lo denominaría yvytuista, es decir, veleta que se acomoda a como vienen los vientos del poder, a la posibilidad de conseguir un cargo o seguir usufructuándolo, sin importar partido.

Acaban de saltar, sin embargo, dos casos bastante particulares de acuerdo al transfuguismo criollo, los senadores Petta y Giuzio que, siendo afiliados al Partido Colorado (ANR), se candidataron y fueron electos por partidos "independientes" con discursos de izquierda, con campañas opuestas a los partidos tradicionales, es decir, como una propuesta contestataria y renovadora de hacer política.

Sin duda, ambos fueron elegidos por los partidos, más allá de la posible afinidad política, ideológica y programática, por ser dos personas mediáticas con cierto atractivo para los electores.

¿Sabían los electores de estos dos tránsfugas que eran colorados al momento de votarlos para partidos diferentes, con proclama de ser contestatarios y críticos de los partidos tradicionales?, ¿anunciaron los tránsfugas que cambiaban de bando y de partido para ser electos y por qué lo hacían?, ¿sabían los votantes de los partidos que los eligieron que eran y seguirían siendo colorados?

¿Por qué si decidieron candidatarse por otro partido no renunciaron a la afiliación histórica o por qué no informaron suficientemente a los electores del nuevo partido?, ¿informaron los partidos renovadores que incorporaban a dos "afiliados" colorados?

Para plantearlo desde una perspectiva política internacional: ¿sería posible que Trump se candidatara por el Partido Demócrata afiliado al Republicano?

Para plantear la incógnita nacional: ¿seguirán los tránsfugas y sus patrocinadores dictando lecciones de moral política desde sus escaños?

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