• Por Antonio Carmona, periodista

Después de haber estado hospitalizado y con estado de salud delicado, el escritor Augusto Roa Bastos, que el próximo 13 de Junio cumplirá cien años, ya que su obra sigue campeando y descifrando el Paraguay, escribió un relato, cuasi inédito, pues solo vio las páginas itinerantes de algún diario, parafraseando a su amigo Gabriel García Márquez, en el título "Crónica de una muerte anunciada" en que narraba la crónica escrita por uno de los colegas que lo estuvo acompañando su "agonía" en un hospital de Buenos Aires. Trascribo parte de su realidad-ficción;

"Con este título de una de las obras más imaginativas y brillantes –pese a su alusión fúnebre- de Gabriel García Márquez, hubo de publicarse hace poco tiempo una crónica de mi muerte.

Por desdicha esta crónica ofrecida por anticipado a buen precio a diarios y revistas por un periodista de Asunción, excelente amigo, celoso de la perpetuación de mi nombre, no llegó a ser publicada. Lo que deploré vivamente porque me hubiera resultado una lectura edificante para preparar con tiempo y sin egoísmo mi segunda muerte, la real y definitiva, en fin, mi muerte propia.

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La narración es más larga, pero valga el preámbulo para referirme a la anunciada "muerte", grave enfermedad irreparable, como el colega anticipaba, de Roa; para referirme, en este caso, a otra gravedad de muerte anunciada en estos días en las crónicas periodísticas, la del amigo Robin Wood, quien, afortunadamente, resucitó antes de que lo metieran en el cajón, para anunciar públicamente que sigue escribiendo, como siempre, una historieta por día.

  • Quiero referirme, en este caso, a otra gravedad de muerte anunciada en estos días en las crónicas periodísticas, la del amigo Robin Wood, quien, afortunadamente, resucitó antes de que lo metieran en el cajón, para anunciar públicamente que sigue escribiendo, como siempre, una historieta por día. Como dijo Robín: “Eso de estar muerto es muy malo para la salud”.

Me alarmó tanto el anuncio de su supuesta "muerte anunciada" como me tranquilizó leer poco después las declaraciones de este gran maestro de la narración en historietas, que decía "Eso de estar muerto es muy malo para la salud", con el mejor estilo y el mejor humor de Roa, como lo conocemos, tan vital que sigue inventando y reinventando vidas, ficciones que son tan reales que nos enseñan a entender las realidades más diversas sobre las que posa su duro laburar en las bibliotecas rastreando la historia, las historias del mundo, con su ingenio y su brillante escritura.

Concluye Roa: "Es frecuente que los amigos de un difunto le dediquen un réquiem celebratorio rescatándolo así de la vida oscura que llevaba, exaltándola con méritos desmesurados si bien inexistentes.

Pero escribir un réquiem anticipado de alguien que está vivo todavía, lo menos que se puede decir es que es algo de evidente mal gusto. La muerte de alguien, más que su vida misma, suele producir esta suerte de cantatas glorificadoras. El honor de un muerto es estar callado y aceptar impasible todo lo bueno y lo malo que se diga de él. La muerte esculpe sus estatuas."

Roa, por suerte, siguió escribiendo mucho tiempo más, muchas ficciones más, muchas reflexiones iluminadas, iluminando las historias. Espero que la crónica choque con ese instinto de vivir, de inventar y reinventar historias y vidas que tienen los creadores. Y que Robin siga, como siempre, escribiendo una historieta, una historia, por día. Para poder seguir leyéndolo. O, si no, habría que resucitarlo.

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