Por Pablo Noé

Director periodístico de La Nación TV

pnoe@lanacion.com.py

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Que lo importante sea eternamente postergado por lo urgente es una norma en el Paraguay. Un país que se dice democrático, pero que sufre por el bajísimo nivel cultural, resultado del proceso lento de transformación educativa. Esta realidad deviene en una pobre memoria colectiva; con una consecuencia lógica, un pueblo que repite sus miserias, en donde lo único que cambian son los protagonistas.

Hoy, quienes están impulsado el proceso de enmienda constitucional para instalar la reelección presidencial como la panacea a todos los problemas del país, señalan que el período de gobierno de 5 años es escaso, que el trabajo realizado es maravilloso, que el liderazgo el presidente exige que continúe en el cargo y que los principales beneficiados son los ciudadanos.

Hace 10 años pasaba exactamente lo mismo. Se habló de violentar la Carta Magna desde el Ejecutivo, la gente salió a las calles y quien capitalizó esa indignación fue el "outsider" que prometía, desde la alternancia de signo político, una buena nueva para el país. Como aquel señor tenía corazón, que lo utilizó en lugar de la razón, el mismo protagonista de la gesta ciudadana, una vez electo y en el cargo, nuevamente planteó lo mismo que su antecesor, una enmienda para prologar su estadía en el Palacio de los López. El argumento, idéntico.

Las peleas coyunturales posicionan a los políticos en escenarios diferentes, en donde, gracias a la bendita alternancia en el poder, pudimos notar que la praxis es idéntica, lo único que cambia es el color de los contendientes. La excusa de defensa de la Constitución Nacional, como toda verdad en boca de mentirosos, suena falsa. Lo único claro es que el poder conmueve hasta las convicciones más férreas.

Quienes hoy acusan, antes fueron acusados y mañana, dependiendo del azar, pueden ser actores en cualquier bando. Sin olvidar a quienes se erigen en los grandes defensores de la ética y la moral, que se consideran la reserva moral de la patria, pero que no son más que marionetas al servicio de intereses mezquinos, lejanos a las necesidades reales de la gente.

Los nombres de las últimas escaramuzas servirán para completar el largo listado de anécdotas que pasarán a formar parte de un inconsciente colectivo, que lejos de saltar a la luz como sostienen los psicoanalistas, quedarán sepultados por otros escándalos que serán motivo de las tradicionales y efímeras discusiones álgidas.

La clase política actual demuestra que en lugar de buscar edificar un país que atienda los problemas del pueblo, con políticas públicas serias que ataquen la raíz del conflicto, se centra en la reelección y enmienda como fin último de sus cavilaciones. Entonces podemos reconfirmar que vivimos en un país que remienda.

Remendamos un tema acá, amenazamos con trancar otra acción allá, remendamos un punto acá, con el único objetivo de seguir con lo mismo, el manejo de los recursos del poder.

Una sociedad víctima de una dirigencia política tan egocéntrica, que es incapaz de sentarse en tiempo y forma, a plantear los cambios que necesita la Constitución Nacional e incluso a debatir seriamente si la reelección es una alternativa válida, como lo es en muchos países desarrollados del mundo; tiene que sufrir los grandes problemas estructurales que agobian.

Es grotesco el espectáculo que ofrece esta clase política putrefacta, que cíclicamente se mira al ombligo mientras miles de paraguayos siguen sufriendo una educación de baja calidad, un pobre acceso a los sistemas de salud, sobreviviendo en medio de la inseguridad, peleando para llevar un pedazo de pan a la boca, que se respeten las garantías de acceso a un empleo digno. El pueblo merece otra respuesta a sus necesidades y no estas peleas nulas de contenido en donde la puesta en escena es degradante. Y que los políticos dejen de hablar en su nombre cuando lo único que quieren es disfrutar de los beneficios del poder.

Dejanos tu comentario