Cultura, tradición y trabajo son tres palabras que identifican la floreciente ciudad de Carapeguá. Aquel pueblo que fue fundado en 1725 por el gobernador español Martín de Barúa, hoy presenta un progresivo crecimiento económico, logrado gracias al trabajo y sacrificio de su gente laboriosa.

El auge de su economía se debe principalmente a la artesanía y a sus industrias de curtiembre, que despertaron el interés de otros países, expandiendo el cuero nacional hacia otros mercados.

De la artesanía siguen dependiendo más de 20.000 carapegüeños, que según el intendente del distrito, Luciano Galeano, que equivale a casi el 50% de la población, ya que la ciudad está compuesta por alrededor de 50.000 habitantes.

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Galeano refirió que "Carapeguá está identificada por sus mujeres artesanas, que de lunes a viernes se dedican a producir artículos como prendas de vestir de encaje ju, bolsones, hamacas, frazadas de hilo, entre otros".

Seguidamente, el jefe comunal agregó un dato más que interesante, casi el 100% de la artesanía producida en los hogares carapegüeños es comercializada normalmente por "el hombre de la casa", que los sábados y domingos recorre por varias ciudades del país y donde son conocidos popularmente como "macateros".

El COMERCIO

La llegada de empresas de gran porte evidencia aún más el buen momento de Carapeguá, que de a poco va poblando su zona urbana y comercial. Bancos, financieras y cooperativas, estaciones de servicio, hoteles, entre otros, marcan presencia y dan vida a la zona céntrica del municipio.

Asimismo, iglesias, plazas y antiguas casonas permanecen casi intactas, manteniendo sus diseños arquitectónicos de la época y dando vida a la historia de nuestro país.

A lo largo de la ciudad, las calles lucen limpias; en total, el 70% está asfaltado o cementado, según el intendente, quien agregó que tienen registradas 17 compañías y 17 barrios.

AGRICULTURA

Si bien el motor principal de Carapeguá es la artesanía y la producción de cuero, el sector agrícola muestra fortaleza y se mantiene como uno de los rubros más dinamizadores de la economía de la ciudad.

La instalación de una nueva industria azucarera generó nuevas fuentes de trabajo y volvió a incentivar el cultivo de la caña de azúcar, que por un tiempo se dejó de lado en el campo. La demanda de la materia prima logró que varias familias vuelvan a plantarla en extensos terrenos rurales.

El cultivo de hortalizas y frutas también se volvió rentable para familias de las zonas rurales, debido al incremento de ventas en el mercado local.

NUEVA RUTA

En ocho meses, Carapeguá estará conectada con la ciudad de Nueva Italia, cuando finalice la construcción de una ruta asfaltada de 313 km, que ayudará al rápido traslado de productos agrícolas a los mercados de consumo.

La obra, ejecutada por el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC), unirá los departamentos de Paraguarí y Central, descongestionando el tránsito sobre la Ruta 1.

La inversión total del proyecto ronda los G. 26.448 millones y será construida por el consorcio Caañabé, conformado por las firmas Construpar SA y Constructora Sur SA.

BREVES HISTORIAS

Ángel González, un empresario con alma de músico

"Llevo casi 60 años trabajando por el cuero y eso me da vida", así se presentó don Ángel González, que a sus 78 años de edad sigue al frente de una de las más antiguas industrias de curtiembre de Carapeguá. Don González, con una peculiar sonrisa, comentó a La Nación su historia de vida y cómo fue progresando hasta llegar a ser uno de los referentes del cuero en la ciudad.

Él cuenta que, en busca de un sueño, a los 12 años se trasladó a Asunción, con una hermana y cuñado, con el objetivo de ser músico y aprender a ejecutar su instrumento favorito, el violín.

Al llegar a la capital, comenzó a trabajar de inmediato en la confección de calzados, ayudando a su cuñado y convirtiéndose en un zapatero profesional en muy poco tiempo. Dos años después, a través de una recomendación, consiguió ingresar a la milicia como agregado; allí aprendió a portar el fusil e integrar la banda de músicos de la institución.

A sus 15 años, recuerda con lucidez, tuvo la posibilidad de volver a su ciudad natal sin tener que abandonar su sueño, luego de que la banda de música abriera una sede en Carapeguá. No obstante, la escasez de trabajo lo animó a aprender el trabajo de curtiembre, afinando el cuero de manera artesanal. Gracias a su valentía y ganas de aprender consiguió ser "baqueano" y conocer a cabalidad el manejo de una industria de curtiembre.

A sus 17 años empezó a trabajar de manera independiente y a generar sus propias ganancias, ampliando de a poco su negocio, que había iniciado en una pequeña choza.

La venta de cueros en la milicia –para la confección de zapatones– en la época del Gral. Pablo Rojas lo ayudó a mecanizar su empresa, adquiriendo maquinarias usadas de Argentina para progresar de manera más rápida y llegar hasta el lugar que actualmente ocupa.

Hoy, luego de recorrer un camino de mucho sacrificio, esmero y trabajo, don Ángel González es conocido en su ciudad como un empresario bondadoso, músico, zapatero y ex intendente, ya que ocupó la intendencia municipal durante el período 2001-2006.

Gladys Coronel y un arte heredado

Tacuaras, telas y dos puntales de tronco sirven de herramientas para los artesanos carapegüeños, que se ganan la vida elaborando finas artesanías de poyvi. Utilizando sus pies y manos, aparte de los conocimientos heredados de sus padres, mantienen viva la cultura del país y generan sus propios ingresos. Uno de ellos es Gladys Coronel, que desde su humilde hogar en la compañía Potrero elabora bolsones, alfombras e individuales de poyvi. Gladys comenta que a las 7:00 inicia su trabajo y produce cuatro bolsones de hilos por día, que posteriormente son comercializados en Asunción.

La ejemplar mujer explica que se dedica a la artesanía en poyvi desde los 10 años, recordando que todos sus conocimientos fueron adquiridos de su querida madre. También confiesa que hace un buen tiempo lleva trabajando con artesanos de la capital, a quienes provee sus productos en grandes cantidades.

"Cuando termino mis bolsones, yo misma me encargo de llevarlos hasta Asunción y de venida ya vuelvo con plata y materiales. Trabajo con varios artesanos de la capital, a quienes les vendo los bolsones a G. 30 mil cada uno, porque me compran en cantidad", agregó la artesana.

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