El ejercicio de la política debe ser responsable para lograr y mantener credibilidad. Esta condición es esencial para un país como el nuestro en el que las acciones políticas generalmente están sustentadas en intereses personales o grupales por encima de los generales. Si la clase política no pone de sí, perderá cada vez más la ya poca consideración de la gente.

Un ejercicio político responsable hace que la participación de los que ostentan el poder en cualquiera de sus formas tenga que ser coherente no solo en el discurso, sino sobre todo en las acciones. Cuando se reclama coherencia, participación, debates serios, y se tilda de autoritarios a los que están en la otra vereda, lo mínimo que se debe hacer es no caer en esos cuestionamientos que se hacen.

En Paraguay vivimos décadas de incoherencia e irresponsabilidad política, una práctica que mantienen algunos sectores, sin importar que las acciones que realicen no tengan al menos un mínimo debate. Las decisiones sobre determinados temas, sobre todo en las instancias legislativas, se toman por mayorías circunstanciales, imponiendo maniobras sostenidas simplemente por el revanchismo político. Este tipo de actuaciones es lo que ha hecho mucho mal a nuestro país y lo lleva al oscurantismo que impone sus reglas de juego faltando el respeto a quienes plantean legítimamente que desean analizar alternativas.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Las posturas políticas adoptadas simplemente "contra alguien" y no sobre el real sentido común, tras un análisis y debates serios, llevan al descrédito político a la larga. El tiempo se encarga de ubicar a las piezas en el lugar que les corresponde. Esta es una regla que impone siempre el escenario político y la propia sociedad, que no olvida la actuación de sus –llamados– representantes.

Paraguay necesita de debates serios antes que la adopción de posturas revanchistas. Es, precisamente, la falta de discusiones de alto nivel lo que hace que la política sea considerada por la gente como una carga antes que como un espacio que piense en el bien común.

Los debates políticos serios deben darse en todos los ámbitos, pero sobre todo en los estadios en los que se determinan las leyes y normativas para el país. Es decir, en el Congreso. En este Poder cuando se desea adoptar una postura política se adopta la decisión en menos de un día, pero cuando el objetivo probablemente no convenga, la táctica es postergar sin rubor alguno generalmente con argumentos sin sentidos.

Cabe apuntar que, por ejemplo, ocurrió algo bastante llamativo en el Senado. En menos de un día, en pocas horas, fue presentado y "rechazado" un proyecto de enmienda constitucional. Lo normal sería que se presentara un proyecto para su aprobación. Pero no, la presentación fue para "rechazar" el mismo planteamiento presentado. Algo realmente insólito. Es decir, se promovió una propuesta para rechazarla. Inaudito desde el punto de vista legislativo. El objetivo fue claro: imponer que el tema reelección vía enmienda constitucional no sea tratado por un año, poniendo freno a una eventual intención de buscar la reelección presidencial.

Que se tome una postura política sobre un determinado tema es normal e incluso necesario, porque ello debe ayudar al debate. Sin embargo, no se puede dejar de decir, que este tipo de acciones son las que indudablemente afectan gravemente a la misma política, al accionar de un poder del Estado. Adoptar de esta manera una postura "contra alguien" obviando una necesaria discusión sobre un tema que se discute desde hace muchísimo tiempo, simplemente comprueba el autoritarismo que se puede dar desde un Poder cuando se cuenta con una mayoría circunstancial. Es decir, algunos sectores que todos los días lanzan furibundos discursos, caen en el mismo cuestionamiento que hacen a los adversarios políticos.

La política de hago lo que quiero porque tengo mayoría es un grave problema que debe ser resuelto por la dirigencia política porque hoy puede ser este tema, que ronda el aspecto político, pero mañana otro que sea mucho más perentorio en la acción a favor de la gente. De lo que va en este período legislativo ya se dieron riesgos sobre proyectos sociales sumamente importantes que fueron cuestionados por esa mayoría que, finalmente, ante la transparencia del proyecto, se vieron forzados en aprobar. Este fue el caso del crédito de 30 millones de dólares del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para el proyecto conocido como Chacarita Alta. En el Senado, la oposición y la disidencia colorada, a regañadientes, aprobaron la iniciativa y en la semana en Diputados solo tuvo tres votos en contra.

Las mayorías son circunstanciales. En otra época, con otra mayoría, se afirmaba que se aprobaba todo a tambor batiente al punto del autoritarismo. ¿Hoy, acaso, no se da igual situación? ¿Aquellos críticos que ahora son los que manejan la mayoría acaso no actúan con autoritarismo? Siempre, dicen, depende del cristal con el que se mire.

Si persiste la política de hago lo que quiero porque tengo mayoría hace poner en peligro cualquier otra iniciativa no solo del Poder Ejecutivo, sino del propio estamento, o de cualquier sector de la sociedad. Acá el tema de fondo no es la enmienda constitucional o cualquier otra propuesta que tenga que ver con la reelección. El verdadero problema de fondo es cómo se maneja y cómo se manejará de acá en adelante cualquier mayoría circunstancial en un poder sumamente importante para el futuro de la nación. Si persiste el revanchismo político, de cualquier lado, debemos esperar unos meses sumamente tensionados. Ojalá no sea así.

Dejanos tu comentario