Amatrice, Italia. AFP.

Por Mathilde AUVILLAIN

Dos días después del terremoto sigue temblando en el centro de Italia, en cada sacudida nuevos muros se derrumban y muchos temen quedar aislados por las grietas en los puentes de acceso a las aldeas de montaña devastadas por el sismo.

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A la entrada de San Lorenzo y Flaviano, cerca de Amatrice, el pequeño camino sinuoso a través de las montañas está bloqueado tras la réplica de magnitud 4,8 del viernes por la mañana.

Los bomberos y militares decidieron interrumpir el paso, una banda de plástico indica el cierre.

Las personas, como aturdidas, asisten a los derrumbes mientras una pequeña aplanadora trabaja frenéticamente para reducir el cúmulo de piedras alto varios metros de una casa que quedó amontonada en medio de la carretera.

Armados con picos y palas, un grupo de militares retira rápidamente fragmentos y restos materiales que provienen de los desechos.

"Las últimas réplicas han agravado la situación. En la carretera regional, el puente de tres arcos que lleva a Amatrice lo tuvieron que cerrar y el camino garantiza ayuda y víveres para todo un sector de casas que está bloqueado. Están verificando si se puede autorizar el paso", explicó Mauro Savi, topógrafo de la provincia de Rieti.

La irritación, la molestia, la tensión domina en la ciudad.

"Estamos completamente aislados", lamenta con tono desesperado un residente.

"Los socorristas están todos en Amatrice, se han olvidado de los barrios de las afueras", se queja Marco Barba, quien llegó de Roma con ropa y víveres para sus familiares.

"Algunos quedaron completamente aislados, les traje ayuda, no sé ni siquiera a dónde voy a dormir esta noche", reconoció.

Muchos socorristas no han podido escalar esas pequeñas y empinadas carreteras de montaña.

"A partir de aquí todo está bloqueado, no podemos pasar", se queja Felice Ciancarella, responsable de la instalación de baños químicos para los campamentos.

Después de esperar varias horas pudo reanudar su viaje gracias a una desviación.

Mientras, el lugar se convirtió en un punto de reunión para los habitantes del pueblo, la gente sale a saludar, a intercambiar información y comentar noticias.

"Todo quedó patas arriba"

Una mujer en lágrimas grita, se cubre el rostro con las manos, se desespera cuando descubre que han bloqueado la vía que conduce a las viviendas destruidas.

"Yo he vivido terremotos, pero esto no fue un terremoto. ¡Fue la apocalipsis!", clamó Anacleto Perotti, de 66 años, cuya casa resistió.

"Duermo en una silla, en la cama siento demasiado miedo. Es que el miedo te domina después de un terremoto, te llega una suerte de depresión íntima", confiesa.

"Todos hablan de muerte, de miedo", explica.

Igualmente pesimista resulta Fabrizio Micozzi, quien se precipitó a San Lorenzo y Flaviano, una localidad de unas diez casas, para ayudar a los padres.

"En Amatrice aún tienen la esperanza de encontrar sobrevivientes (...) Aquí ya no hay nadie", sostiene el joven de unos treinta años.

"La dificultad ahora es saber cuántas personas faltan, porque muchos huyeron sin avisar", sostiene.

En su huida, los habitantes tuvieron que dejar todo atrás, como Bruno Fascetti, un pensionado de Roma con finca en la zona.

Construida en 2002 según las normas antisísmicas, la finca quedó en pie.

"Pero dentro todo quedó patas arriba", dice.

"Tenemos muebles antiguos, objetos preciosos. Nos gustaría recuperar nuestras propiedades. Hemos sido muy afortunados por haber sobrevivido. Pero esa finca representa toda una vida de trabajo", confiesa.

Mientras, un vehículo blindado del ejército logra abrirse paso entre los escombros para llevar alimentos a la población.

Levanta una nube de polvo a su paso, después del apocalipsis parece una zona de guerra.

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