Cuando hace apenas horas que se apagara la simbólica llama olímpica que iluminó los Juegos en Río de Janeiro, vale la pena observar por un momento los hechos y personas que marcaron los momentos cumbres de las competencias de atletismo y deportes de todas las disciplinas.

Más allá de los triunfos resonantes, de las medallas de oro, plata y bronce ganadas a fuerza de perfección y trabajo, por encima de triunfos y aplausos, el público y los propios atletas premiaron especialmente a quienes, lejos de ser los mejores en tiempo, altura o desempeño deportivo, dieron el ejemplo vivo de lo que significa realmente el "espíritu olímpico".

Así, los medios más importantes del mundo destacaron a diario las acciones llevadas a cabo por atletas que, sin dudar ni un momento, antepusieron su espíritu solidario a su propio interés competitivo, para apoyar a otros y ayudarlos a llegar a la meta.

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Hubo casos, como el de las corredoras que llegaron últimas en una de las pruebas de velocidad, porque una de ellas se detuvo al ver que la otra caía a causa de una lesión y, dándole la mano, la ayudó a levantarse y seguir, aunque eso le costara a ella también la derrota.

Y llegaron últimas, pero envueltas en una ovación de pie del público y el destaque en los medios que transmitieron esa "carrera perdida" de las dos, como si fuera el mayor triunfo de cualquier atleta. Aunque otras ganaron oro, plata y bronce, las perdedoras ganaron mucho más que eso: pasaron a ser ejemplo del espíritu deportivo y de humana sensibilidad, algo que no vemos con frecuencia en éstos días , en un mundo tan competitivo.

Lo mismo ocurrió en diferentes momentos de éstos Juegos que quedarán en la memoria de todos, por la estética y belleza de sus ceremonias; la maravilla del paisaje y entorno de la ciudad carioca y el espíritu de fiesta que se vio reflejada en los medios masivos, en cada competencia o reto deportivo.

Hubo muchos ejemplos de solidaridad, de alegría por el triunfo del otro, a pesar de que cada atleta, como es de esperar, puso todo lo que tenía en cuerpo y corazón, para llegar a la meta o alcanzar un récord o una medalla. Más allá de los resonantes triunfos, de las sorpresas y de las derrotas de quienes eran "seguros ganadores", estuvieron ellos y ellas: los verdaderos héroes olímpicos.

Hubo atletas que superaron difíciles enfermedades y libraron duras batallas contra el destino, antes de ser coronados en éstos juegos. Todos nos emocionamos con historias de superación y pelea dura contra las estrecheces, el abandono, las adicciones y la orfandad, que muchos triunfadores de éstos juegos, mujeres y hombres, vivieron antes de salir a dar todo en apenas minutos, para mostrar el resultado de un cambio de vida tan profundo.

Los atletas paraguayos también estuvieron allí, para demostrar también sus corazones de luchadores y asumir que se puede, a pesar de los obstáculos, hacer que el mundo mire con ojos de admiración lo que fueron capaces.

Y, para muestra de esa inquebrantable voluntad, valga mencionar el sacrificio y entrega del atleta paraguayo Derlys Ayala, que compitió en la más dura de las disciplinas, y la más simbólica de los Juegos: la maratón. Con una lesión que apenas pudo mejorarse, salió a correr con alma y vida. Muchos cayeron exhaustos en el camino largo de la prueba, pero cuando el atleta vio que un corredor amigo estaba a punto de sucumbir por una lesión, él se detuvo a ayudarlo sin dudar ni un segundo y juntos llegaron a la meta, cumpliendo un sueño que acariciaban desde toda la vida: participar de los Juegos Olímpicos.

Lejos de arrepentirse por el hecho, el atleta nacional resaltó que ése es el verdadero espíritu olímpico, el de competir pero ayudar a otros; el de sentir que todos valen lo mismo y merecen estar. Por ello, fue premiado con la medalla del aplauso y el reconocimiento de público y medios, que destacaron el valor de la amistad y la solidaridad.

Un ejemplo que deberíamos aprovechar en todos los ámbitos, especialmente en la formación de nuestros niños y jóvenes; no solo en el espíritu de la competencia deportiva, sino en todos los aspectos de la vida. Aprender a dar lo mejor, sin límites y sin olvidar a los que han quedado en el camino o necesitan una mano para poder llegar a la meta.

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