Andrew Ross Sorkin

¿Podría regresar la ley Glass-Steagall, que en tiempos de la gran depresión obligó a separar a la banca de inversión de la banca comercial?

En un ensamblaje político extremadamente raro, tanto la plataforma demócrata como la republicana contienen principios que abogan por el restablecimiento de esa histórica ley de 1933.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

La Glass-Steagall aspiraba a proteger al hombre común que depositaba dinero en los bancos para tenerlo a salvo y ordenó que esos bancos se desacoplaran del negocio de colocar las apuestas especulativas en el mercado accionario que causaron el gran crac de 1929.

Durante muchos años esa ley fue un pilar básico de Wall Street, donde las actividades de prestar y de recibir depósitos nunca se mezclaron (al menos de forma legal) con las de jugar en el mercado.

Ese pilar, sin embargo, fue derribado en 1999, cuando la ley Gramm-Leach-Bliley deshizo buena parte de la Glass-Steagall, dejando a bancos como Citigroup y otros en libertad de formar lo que llamaron "supermercados financieros", tiendas de servicios financieros donde el cliente encontraba de todo.

De regreso en el 2016, de alguna manera parece que están de acuerdo en algo Bernie Sanders, que se dice que presionó para que se incluyera el principio de la Glass-Steagall en la plataforma demócrata, y Donald J. Trump, que también presionó en favor de ese punto de la agenda por el lado republicano.

Ese posible cambio no se ha vuelto un punto de debate importante para Hillary Clinton o para Trump –y existe la posibilidad de que no llegue a serlo– pero el texto que se insertó en la plataforma formal de cada partido está suscitando dudas en Washington y en el mundo financiero.

"En términos de significado político, la presencia del mismo principio en las dos plataformas políticas significa que una cosa que podemos apostar que veremos en 2017 es una actitud más dura hacia la industria financiera", señaló en un análisis Elaine C. Kamarck, miembro de número de la Institución Brookings y superdelegada demócrata.

"A la fecha no ha habido mucho interés por hacer esto en el Congreso", continuó. Pero si el establecimiento político escuchó algo de manera clara e inequívoca en las primarias del 2016, es que hay millones de estadounidenses que se sienten víctimas de Wall Street y que más le vale al próximo presidente ponerles atención".

Ese podría ser el caso, pero la idea de restaurar la Glass-Steagall parece asentada directamente detrás de obstáculos al parecer inamovibles.

Por el lado de los demócratas, Clinton –cuyo marido promulgó la ley Gramm-Leach-Bliley– ha ridiculizado en público la reintroducción de la Glass-Steagall, dando a entender que los esfuerzos por restablecerla están descaminados.

"Yo voy a interesarme en lo que creo que son los verdaderos problemas, no los problemas del pasado; hay que ir por los problemas de hoy, pues en lo que estoy interesada es en impedir de inmediato que vuelva a suceder algo como esto", declaró Clinton en un acto de campaña en Iowa el año pasado, refiriéndose a la crisis financiera del 2008.

"Yo he estudiado esto muy de cerca", continuó, "y lo que estoy proponiendo es que vayamos contra los riesgos; que si son demasiado grandes para manejarlos, entonces hay un riesgo y eso no debe de seguir. Si son tan grandes que estén causando perturbaciones en el mercado, entonces también son un riesgo".

El problema de simplemente restaurar la Glass-Steagall, explicó, es que "no hay que ir contra todas esas otras instituciones, de lo que se ha llamado el sistema bancario de sombra, fondos de cobertura y otras entidades financieras que tienen demasiado poder en nuestra economía".

La posición de Clinton ha irritado a algunos demócratas de izquierda, como Sanders. Y presentan el argumento de que ella está demasiado cerca de los bancos de Wall Street.

Quizá más interesante sea saber cómo y por qué Trump decidió, casi unilateralmente, poner el regreso de la Glass-Steagall en la plataforma republicana. Para empezar, los republicanos son los que generalmente se oponen a reforzar las regulaciones.

Además, Trump ha declarado que piensa revocar buena parte de la ley Dodd-Frank, que fue aprobada en el 2010 como si fuera una versión moderna de la Glass-Steagall. La Dodd-Frank, respuesta al colapso de Wall Street en el 2008-9, rescató la industria de servicios financieros al tiempo que le impuso nuevas restricciones regulatorias.

La idea de desechar la Dodd-Frank y restablecer la Glass-Steagall parece más bien contradictoria. Para quienes traten de encontrarle la cuadratura al círculo, algunos republicanos han propuesto que restaurar la Glass-Steagall se apega más al libre mercado que las diversas regulaciones incorporadas en la Dodd-Frank.

David Stockman, que fuera director de la Oficina de Administración y Presupuesto durante el gobierno de Reagan, ha estado presionando discretamente a Trump para que abandere la cuestión de la Glass-Steagall, señalando sus ventajas políticas.

"Si adoptara la super-Glass-Steagall, Donald Trump instantáneamente quedaría a la izquierda de Hillary en la controvertida cuestión de Wall Street y los miembros del 1 por ciento", escribió en junio en su sitio Web.

"La super-Glass-Steagall consignaría al puñado actual de conglomerados gigantescos de servicios financieros a la arena de la libre empresa pura, donde vivirían o morirían a manos de la competencia y gracias a su valor para los clientes".

Vale la pena señalar que hay mucho amor entre los grandes bancos del país y Trump. La mayoría de los bancos más grandes del país no le han prestado dinero desde hace años.

Esta columna ha derramado mucha tinta a lo largo de los años en el tema de la Glass-Steagall, mencionando incluso la admisión de Elizabeth Warren de que restaurar la ley no habría impedido la crisis del 2008.

Que restaurar la ley sea una buena idea o no, es una cosa, pero las implicaciones de corto plazo decididamente serían negativas: lo más probable es que significaría la pérdida de muchos empleos como parte del freno en el crédito de los grandes bancos.

También podría alegarse razonablemente que pondría a la industria bancaria de Estados Unidos en desventaja competitiva respecto de los bancos de otros países, algunos de los cuales se enfrentan a menos restricciones.

Quizá eso sea un toma y daca justo a cambio de un sistema más sólido, pero necesitamos conocer las implicaciones en todos lados. Si la meta es echar a andar a la economía de Estados Unidos y crear empleos, restaurar la Glass-Steagall más bien sería un impedimento, no una ayuda.

Entonces, ¿qué posibilidades reales tiene la ley de regresar?

Muy pocas. Pero podría tener un efecto que hasta ahora ha sido pasado por alto en gran medida. "Aunque sigue siendo improbable que los legisladores vuelvan a promulgar la ley Glass-Steagall, pensamos que los ataques contra los grandes bancos por parte de los dos partidos con el tiempo se traducirán en políticas dirigidas a aliviar la carga regulatoria relativa de los bancos regionales y comunitarios", comentó en una nota a los inversionistas Isaac Boltansky, analista de Compass Point Research & Trading.

Además, agregó, "las acciones de Trump probablemente obligarán a Clinton a compensar, reiterando y expandiendo sus llamados a establecer un escrutinio más estrecho sobre el sistema bancario de sombra, que podría plantear riesgos adicionales para administradores de bienes, aseguradoras globales y establecimientos de crédito no bancarios".

Dejanos tu comentario