La delicada situación de la educación en Paraguay es producto de un sistema estructural creado por el irresponsable interés de los actores políticos que vieron a ese ámbito como una fuente inagotable de ingreso y de poder. La declarada emergencia en infraestructura es el reconocimiento de solo una parte del problema general. La calidad educativa también está en crisis. Y se siente en todos los niveles, desde la educación básica a la superior.

A modo de ejemplo de la situación, podemos mencionar que el Ministerio de Educación y Cultura detectó que aproximadamente seis mil personas fueron aparentemente estafadas por universidades conocidas como de "garaje", por lo que la secretaría de Estado y el Consejo Nacional de Educación Superior (Cones) se niegan a entregar títulos de carreras no habilitadas hasta tanto se verifique la calidad de enseñanza en esos lugares.

Los resultados de la baja calidad educativa no solo afectan a la educación propiamente dicha, sino también gravemente a otras áreas sensibles, como el sistema de salud. El Ministerio de Salud informó que más de 2 mil funcionarios, entre personal de blanco y administrativo que prestan servicios en los hospitales del país, cuentan con títulos de dudosa procedencia, entregados por instituciones cuestionadas e investigadas por la Justicia.

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La situación que se plantea en el área más sensible de la salud es la siguiente: existe en el sistema una gran cantidad de funcionarios con títulos dudosos que en este momento está atendiendo a cientos de pacientes en instituciones públicas. Esto no es solo privativo del sector público, sino también del privado, donde igualmente ejercen los graduados de institutos o universidades de dudosa rigurosidad legal y educativa. Las áreas directamente relacionadas a salud detectadas hasta el momento son: enfermería, kinesiología, siquiatría. Es solo la punta del iceberg.

Los responsables de la situación no son los estudiantes que recurren a un instituto superior o una determinada universidad. Es derecho de todo paraguayo buscar alternativas de educación en la medida de sus posibilidades económicas y de tiempo. Es más, se debe valorar que un estrato social que hace décadas no veía como opción lograr un título técnico o universitario hoy considere buscarlo para una superación profesional, personal y económica. En un país en el que se afirma que la educación no le interesa a muchos, ver cómo ciudadanos que eran considerados de segunda categoría hoy pelean para conseguir una superación profesional, y lo logran con mucho esfuerzo, es reflejo de que el sistema de privilegios se está rompiendo poco a poco. Pero está la otra parte, que está basada en las preguntas de dónde estudian y qué se les enseña.

La responsabilidad del frágil sistema de educación en el nivel superior es del sector político, por establecer un esquema legal que les permite ser juez y parte en cada aprobación de un instituto o universidad, como suerte de fuente de ingreso o de favor político. Este poder permitió que se crearan instituciones de todos los colores y para todos los gustos, con los resultados que se conocen. Los órganos de control, que si bien es cierto han dado grandes avances en los últimos años, aún deben poner mucho de sí en la rigurosidad para controlar y denunciar los casos irregulares.

Cabe decir también que es deplorable, además, la intención del sector privado –en nombre de la calidad educativa– de tratar de cuidar sus privilegios y beneficios. Si bien es cierto que una institución privada es una empresa que necesita de ingresos para su funcionamiento, el lucro no debe ser el fin principal de ella. Muchas universidades están demostrando –al igual que las de "garaje" que cuestionan– que con la habilitación desmesurada de carreras y tecnicaturas solo buscan aumentar la cantidad de alumnos o no bajar el porcentaje de inscriptos y, por ende, mantener o mejorar sus ganancias.

La Universidad Nacional de Asunción (UNA), como la más grande del país, tampoco colabora en dar el ejemplo. Los vicios de malversación, claques, autoritarismo, planillerismo y demás siguen vigentes a pesar de la lucha de los estudiantes. Un claro ejemplo de lo mal que sigue la UNA es la situación en la Facultad de Filosofía, en la que, según la denuncia de docentes y estudiantes, se ha instalado una claque similar a la del ex rector Froilán Peralta.

La educación superior también está en crisis y la grave situación no debe perderse de vista en el contexto del análisis de las autoridades y de la propia sociedad. De lo contrario, esta dejadez superior irá consumiendo las esperanzas de lograr un país con mayor capacidad intelectual y económica.

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