La Dirección de Meteorología y la Secretaría de Emergencia Nacional difundieron hace pocos días un pronóstico del clima y del comportamiento del río Paraguay para los próximos meses. En el estudio se afirma que el país se apresta a vivir un nuevo periodo de inundaciones, que incluso alcanzarán niveles más altos que los registrados en diciembre. Esto significa que, pese al descenso verificado en varios puntos del río incluida Asunción, estamos muy lejos de haber superado la situación de emergencia. El retorno a los hogares –algo que muchas familias están haciendo debido al retroceso temporal de las aguas– es muy prematuro y solo tendrá como consecuencia una nueva exposición a peligros y una mayor precarización de las condiciones de vida. Los damnificados deben aguardar a que la crisis pase efectivamente antes de mudarse, de lo contrario solo conseguirían empeorar su situación.

Los próximos meses estarán caracterizados por intensas lluvias en nuestro territorio y en las nacientes del río, lo que ocasionará nuevas e importantes crecidas. En la base de este drama está un fenómeno natural de aparición periódica conocido como El Niño. Consecuencia del calentamiento de grandes corrientes oceánicas en el Pacífico, El Niño provoca lluvias e inundaciones en ciertas partes del mundo y, en otras, agudas y prolongadas sequías. De acuerdo con las estimaciones de los técnicos, este fenómeno acaba de empezar y se extenderá hasta entrado el próximo año, si bien se presume que el apogeo se sentirá aproximadamente en diciembre.

Con este panorama queda claro que la crisis social y humanitaria está muy lejos de resolverse y será preciso diseñar, en primer lugar, medidas y programas de mitigación y asistencia más planificados y sostenibles durante un tiempo más prolongado. Esto comprende desde el suministro de materiales de emergencia –chapas, maderas, etc.– hasta la provisión de servicios sanitarios elementales y la garantía de la continuidad de las clases y actividades escolares para los menores de edad. Naturalmente, una situación de emergencia tan duradera demandará grandes esfuerzos presupuestarios al Estado, exigencia a la que las autoridades deben anticiparse en forma apropiada. Todo esto es necesario para hacer frente a un momento crítico que alcanza a miles de familias paraguayas.

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Ahora bien, paralelamente es indispensable que desde el Estado se conciban y elaboren soluciones de fondo a estos problemas crónicos y repetitivos. Nadie está condenado por algún infortunio o extraño designio a sufrir periódicamente los embates de la naturaleza. Las poblaciones que viven en zonas ribereñas y que son por tanto vulnerables a las inundaciones lo son en virtud de causas estrictamente económicas, sociales y políticas. Esas condiciones pueden ser revertidas y modificadas con la inteligente, oportuna y enérgica intervención del Estado. La política del Estado en relación a estos dramas de nuestra sociedad debe contemplar dos planos: por un lado, acciones paliativas dirigidas a atenuar el impacto inmediato de calamidades naturales en la población y, por el otro lado, planes estratégicos a mediano y largo plazo que eviten la ocurrencia de nuevas crisis.

Es preciso señalar, además, otro aspecto del pronóstico presentado por la Dirección de Meteorología. A las intensas lluvias se sumarán las altas temperaturas constantes en los próximos meses, lo que configura un escenario propicio para la propagación del mosquito vector del dengue, el Zika y la chikungunya. Este factor también debe ser considerado por las autoridades a la hora de adoptar acciones en las zonas críticas, incorporando el criterio de eliminación sistemática de criaderos.

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