El Fondo Monetario Internacional (FMI) ajustó a la baja sus previsiones de crecimiento para América Latina en el 2016. Los pronósticos son especialmente sombríos para Brasil, cuya economía sufrirá una contracción del 3,5%, de acuerdo con los análisis de este organismo internacional.

Después de cerrar un año extraordinariamente difícil, el gigante sudamericano no verá aún la luz al final del túnel este año y arrastra en su caída al resto de América Latina. Ni siquiera Argentina, que con el gobierno recientemente electo empieza a transitar nuevas políticas económicas, mostrará todavía signos claros de recuperación este año. Este escenario regional y continental tendrá su efecto, naturalmente, sobre nuestro país que, sin embargo, seguirá exhibiendo un buen dinamismo, con tasas de crecimiento del 3,5% o más.

De cualquier manera, es preciso tomar las medidas pertinentes con la finalidad de minimizar los ramalazos del escenario recesivo que se perfila para el 2016. El ciclo de inusitado crecimiento económico que comenzó en el 2010 parece estar tocando techo. Una singular coyuntura –cosechas extraordinarias y altos precios de los commodities en los mercados internacionales, al principio, y la pujanza del sector de la construcción después– hizo posible que Paraguay se expandiera a un ritmo histórico. Las premisas que impulsaron este fenómeno inevitablemente transitorio han quedado, en el mejor de los casos, debilitadas. No es probable que mejoren los precios de las materias primas y de los productos agrícolas este año, de manera que no hay razones para pensar que el panorama vaya a cambiar gran cosa.

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El Estado tiene la posibilidad de mantener a buen ritmo el motor de la economía mediante fuertes inversiones en obras públicas. Este es, precisamente, el eje del asunto: una parte importante del gasto público debe orientarse a la creación de puestos de trabajo, sea mediante las construcciones y obras viales e infraestructura o la contratación de proveedores que aumenten la mano de obra ocupada. La verdadera palanca de crecimiento es la multiplicación de las fuentes de trabajo, lo que a su vez dinamiza el consumo, ayuda a formalizar la economía y eleva las recaudaciones fiscales.

Hay que resaltar también otro aspecto de la coyuntura económica en curso. La caída de la economía brasileña es, sin embargo, singularmente importante para el Paraguay, pero no solo en un sentido negativo. La situación en Brasil vino a acentuar una tendencia que comenzó hace algunos años: la migración, paulatina pero constante, de empresas brasileñas a territorio paraguayo. La energía abundante y barata, la baja presión tributaria, los costos operativos y logísticos reducidos y una mano de obra laboriosa son elementos atractivos para la industria brasileña, no solo para las firmas asentadas en los estados fronterizos, sino también para las grandes compañías con base en San Pablo. Esta derivación de la contracción económica del país vecino es muy beneficiosa para Paraguay, pues representa inyección de capital, generación de puestos de trabajo y, con frecuencia, transferencia de tecnología y capacitación de los funcionarios.

En definitiva, tanto el Gobierno como el sector privado deben monitorear con atención el desarrollo de los acontecimientos económicos para atenuar los golpes y sacar provecho de un contexto que, si bien se muestra complejo y delicado, también ofrece oportunidades.

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