La construcción de la llamada Costanera Norte de Asunción comenzará el 15 de enero, según anunció el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC).

Serán 6,6 kilómetros que arrancan en la rotonda de General Santos y se extienden hasta la conexión con la avenida Ñu Guasu. Los trabajos demandarán una inversión cercana a los 362.000 millones de guaraníes y se estima que las obras estarán concluidas dentro de 30 meses.

Esta obra complementa la que se hizo hace algunos años en la parte central del litoral asunceno –entre el Palacio de López y la avenida General Santos– y con la proyectada Costanera Sur, que debería prolongarse desde el Puerto de Asunción hasta el cerro Lambaré aproximadamente.

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Tal como ocurrió con la Costanera central, la construcción que se inicia en enero transformará el rostro de la capital, ganando para la ciudadanía extensos territorios que hoy son escasamente aprovechados para el esparcimiento, la recreación, la vida social y comunitaria. Porque las costaneras, más allá de la función de conexión y de vía rápida de desplazamiento dentro de la ciudad, tienen el mérito de ser espacios apropiados para la ciudadanía, que se vuelca a ellas para la práctica de actividades físicas, disfrutar del paisaje, asistir a acontecimientos culturales o simplemente para alternar con otras personas.

Durante décadas –por no hablar de siglos– nuestras ciudades dieron la espalda a los ríos, que eran desconocidos por un gran porcentaje de la población o considerados como meros canales de transporte, sitios de aprovisionamiento de agua o lugar adonde van a parar los desperdicios de la ciudad.

Las zonas ribereñas eran tenidas por áreas sin utilidad o, a lo sumo, como sitios de asentamiento precarios e inundables de sectores vulnerables de la sociedad. Con la capacidad técnica de recuperar esas tierras y con ciertos cambios culturales –como dejar de considerar la destrucción del entorno natural como precio inevitable del progreso– estas parcelas urbanas fueron mutando hacia lo que son hoy: un espacio privilegiado de interacción ciudadana, social y ambiental.

El inicio de las obras de la Costanera Norte representa una buena oportunidad para reflotar el proyecto de reconversión del Puerto de Asunción. El aprovechamiento de los edificios del puerto para propósitos culturales, de esparcimiento y turísticos se corresponde mucho más con la Asunción de hoy, que un tráfico fluvial que se va apagando inexorablemente.

Con la ejecución de estos cambios el centro histórico de nuestra capital conocerá una inédita revitalización y se convertirá nuevamente en el eje de la actividad social, cultural y recreativa. Porque no hay dudas de que uno de los problemas urbanos más graves que afronta la principal ciudad del país es el deterioro y desvalorización de su zona céntrica.

A pesar de su enorme valor arquitectónico e histórico, el centro de Asunción no solo no explota sus grandes potencialidades, sino que además se encuentra en un estado prácticamente de abandono.

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