Referentes del empresariado estiman que el sector de la construcción cerrará el año con un crecimiento de dos dígitos. El pronóstico es muy alentador, considerando el difícil contexto económico regional, y refleja además una realidad que es fácilmente constatable con una simple observación: aquí y allá se levantan edificios corporativos y residenciales, así como avanzan obras públicas de infraestructura.

No son menos las pequeñas construcciones particulares que generan una buena cantidad de puestos de trabajo. Y no es solo un fenómeno que se circunscribe a la capital del país y a las ciudades aledañas. Unos días atrás fue inaugurado un innovador condominio en Amambay, un complejo residencial que demandó una inversión cercana a los US$ 24 millones y que incluye una laguna artificial.

En Ciudad del Este hace algunas semanas, pese a la caída comercial que se registra en la frontera con el Brasil, fue inaugurado un importante centro comercial. En Encarnación las inversiones inmobiliarias y en construcciones se vinculan con su nuevo carácter de principal polo turístico del país. El auge de la construcción es pues un positivo fenómeno verificado a nivel nacional.

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La fuerte y sostenida expansión de nuestra economía en los últimos años tuvo una de sus manifestaciones más patentes en el crecimiento exponencial del número de construcciones y obras de todo tipo, las cuales a su vez generaron una importante cantidad de empleos.

El sector de la construcción se vio beneficiado con el marcado aumento en las inversiones –producto del ingreso al país de grandes volúmenes de divisas– y, a su vez, se convirtió rápidamente él mismo en un factor catalizador del empleo y el consumo. El auge en curso adquirió tal magnitud, que solo es comparable al período del boom de Itaipú, momento que cambió definitivamente la fisonomía de la capital del país y de Ciudad del Este.

Diversos estudios y análisis confirman además que la construcción fue uno de los puntales para atenuar el impacto de la desaceleración económica. Esto es así –más allá de su aporte directo al Estado– por la "función distributiva" de los recursos que cumple la construcción, estimulando la comercialización de maquinarias, herramientas e insumos y por la gran cantidad de pequeñas empresas o contratistas que se ven favorecidas con las obras.

A diferencia de otros campos o actividades de nuestra economía que tienden a concentrar los beneficios en pocas manos, la construcción tiene un efecto dispersor que contribuye al conjunto de la sociedad. Además, la construcción, característica que comparte con la industria, es una gran generadora de puestos de trabajo en forma directa.

El asunto central de la economía paraguaya es precisamente el empleo. Con un sustancial incremento en la cantidad de mano de obra ocupada se logran beneficios globales que van desde la dinamización del mercado interno hasta la formalización de la economía.

El Estado puede y debe apuntalar el buen momento del sector de la construcción. Tiene para ello tres herramientas fundamentales. En primer lugar, el impulso a las grandes obras de infraestructura. Con buena infraestructura y logística el crecimiento será sostenido y más armonioso y no estará tan atado a los efectos benéficos o nocivos del clima en la agricultura o a los precios internacionales de las materias primas.

En segundo lugar, garantizando la provisión adecuada de un insumo estratégico, como el cemento. Finalmente, una apuesta vigorosa a la capacitación de operarios y técnicos, apuntando a mejorar los estándares de calidad del trabajo.

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