Las últimas movilizaciones de estudiantes de la secundaria y la universidad vuelven a poner sobre el tapete un tema central para el presente y futuro de nuestra nación: la calidad de la educación que se imparte en escuelas, colegios y centros de estudios superiores.

Por coincidencia, en los últimos días el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) difundió su informe habitual de competitividad en el que coloca a la educación paraguaya entre las peores del continente. Sobre un total de 140 países analizados, Paraguay ocupa el puesto 132, por debajo de países como Guyana, Zambia o Ghana.

El documento pone a la educación primaria y terciaria paraguaya en los rangos más bajos a nivel planetario. Se hace particular mención del pésimo desempeño de la educación paraguaya en matemáticas y ciencias, materias fundamentales en cualquier proceso de formación.

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El estudio del Foro Económico Mundial viene a sumarse a una considerable cantidad de documentos similares, elaborados por diferentes organizaciones e instituciones, que coinciden básicamente en el mismo diagnóstico: en las condiciones actuales la educación paraguaya no cumple ni remotamente sus propósitos y no tiene la menor utilidad como factor de crecimiento económico o de desarrollo social.

En concreto, el análisis del WEF señala que es inapropiada la especialización de la fuerza laboral con miras a proyectos de innovación. No es una novedad que el sistema educativo paraguayo no tiene relación alguna con las necesidades de la producción, con las exigencias de los mercados laborales o con el desarrollo científico y tecnológico.

En general, las instituciones públicas, en las carreras asociadas a la actividad económica, ofrecen una formación mediocre, desfasada de la realidad y muy rezagada con respecto a los últimos adelantos técnicos. La formación de los mandos medios, de los técnicos y operadores calificados –sin los cuales es extremadamente difícil el crecimiento de la industria– se quedó en el tiempo.

Es imperioso, es urgente, emprender sin pérdida de tiempo una profunda transformación en la educación paraguaya. Para el Paraguay, que se encuentra entre los países más pobres y atrasados de la región, no existe absolutamente nada más prioritario que la educación de calidad. Nuestro país podrá tener excelentes cosechas agrícolas, ganar más y mejores mercados para la carne, generar abundante energía, pero jamás podrá consolidar un crecimiento económico general y construir una sociedad libre y justa sin una apuesta radical y permanente por la educación.

Una hoja de ruta para cambiar la educación debe incluir al menos dos ejes fundamentales. En primer lugar, la formación docente, ya que los maestros son los actores protagónicos del proceso educativo. Cualquier cambio o mejora que se intente introducir en las escuelas, colegios y universidades de nuestro país debe asentarse en un sólido y sostenido trabajo con los docentes.

En segundo lugar, es preciso también enfatizar la necesidad de mejorar la enseñanza de las materias básicas e instrumentales, como el lenguaje, las matemáticas y las ciencias. Sin niños y jóvenes con una comprensión cabal de matemáticas y ciencias serán totalmente inútiles las computadoras más avanzadas.

Es saludable que las manifestaciones de los jóvenes estudiantes pongan en el centro del debate nacional el problema de la educación. Ojalá las acciones pacíficas de los estudiantes sean el punto de partida para una impostergable renovación.

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