Los resultados de la evaluación de la Unesco a estudiantes de América Latina –presentados la semana pasada– deben encender todas las alarmas posibles en el Estado y en la sociedad paraguaya. La Unesco midió los conocimientos y aptitudes en 134.000 alumnos de 15 de los 19 países latinoamericanos; solo los niños de Cuba, Venezuela, Bolivia y El Salvador fueron excluidos de la muestra. Las pruebas fueron aplicadas a escolares del tercero y sexto año de primaria en lectura, escritura, matemáticas y ciencias naturales, esta última materia en el caso de los mayores.

Fueron siete exámenes, de los cuales solo los chicos mexicanos, chilenos y costarricenses consiguieron superar la totalidad. Los uruguayos lo hicieron con seis de siete pruebas; argentinos y peruanos salieron airosos en cuatro; brasileños y colombianos en dos y los alumnos guatemaltecos solo en una. El desempeño de los estudiantes paraguayos estuvo entre los peores, junto con el de los dominicanos y hondureños.

La seriedad de esta evaluación está fuera de toda duda y no existe excusa que pueda argumentarse contra sus contundentes resultados. Hay que decirlo con todas las letras: la educación paraguaya se encuentra, por lejos, entre las peores del continente. Es indispensable mirar esta realidad de frente si se pretende transformarla.

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EDITORIAL

¿Cuál es la estrategia o la hoja de ruta que hay que seguir para cambiar y mejorar la educación en las escuelas y colegios del Paraguay? La Unesco, al analizar los datos finales, aporta algunas directrices importantes que deben ser tomadas en cuenta por las autoridades y por quienes trabajan en este campo.

"Los logros de aprendizaje se relacionan positivamente con el nivel socioeconómico de las familias, el apoyo de los padres, el fomento de la lectura y la previa asistencia a la educación preescolar (inicial)", señala el documento del organismo de las Naciones Unidas que también añade que "la asistencia y puntualidad de los docentes, la disponibilidad de cuadernos y libros, las buenas prácticas docentes" son factores para elevar el rendimiento.

Ante el triste panorama en nuestras escuelas es crucial ampliar las perspectivas, abrirse a una visión más estratégica de la educación y elevarse por encima de los conflictos puntuales y sectoriales. Para el Estado es preciso en este sentido impulsar un nuevo pacto nacional por la educación. Un amplio acuerdo que incluya a los actores políticos y económicos de nuestro país, a la sociedad civil y a maestros, padres y estudiantes. Organizaciones e iniciativas del sector privado ya se han manifestado en este mismo sentido en años anteriores. Urge retomar esta propuesta. La senda para llegar a una sociedad en crecimiento, más justa y más libre pasa inevitablemente por la educación de calidad que incorpore los últimos logros tecnológicos y el pensamiento científico más avanzado. El único camino para elevar la calidad de vida y el bienestar de los paraguayos es aumentando sostenidamente la inversión en educación para apuntalar el crecimiento económico y reducir los índices de desempleo y subempleo.

Es necesario aprovechar el creciente consenso que existe en la sociedad paraguaya en torno a estos puntos y trabajar por una alianza por la educación, abierta y plural, con la participación de todos los sectores. Si no se adoptan medidas en lo inmediato, seguiremos condenados a quedar rezagados en el continente por muchos años más.

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