La única verdad en esta frase es que existen resabios en la relación, pero éstos poco y nada tienen que ver con episodios ocurridos hace más de un siglo. Cuando en julio de 2012, los paraguayos destituyeron a Fernando Lugo, a través de un juicio político acelerado, Cristina Kirchner se puso al frente de la ofensiva contra el gobierno de su sucesor, el vicepresidente Federico Franco. Más aún, la Presidente argentina retiró inmediatamente a su embajador, Rafael Romá, y no volvió a designar representante en ese país vecino –y "hermano", como suele adjetivar- hasta que, en septiembre de 2014, designó a la actual embajadora, Ana María Corradi.

"La imagen de Cristina (Kirchner) en Paraguay es pésima. No sólo por su intervención en los asuntos internos de nuestro país durante y después del juicio político a (Fernando) Lugo, sino también por su soberbia y reiteradas agresiones verbales a Paraguay", sostiene el político e intelectual liberal paraguayo Daniel Fidel Pérez, consultado por Infobae.

La doble afrenta a Asunción

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Recordemos que Paraguay fue suspendido del Mercosur por un año y los demás países miembros aprovecharon ese impasse para incorporar a Venezuela como miembro pleno del bloque. Fue una doble afrenta a Asunción, que consideró la sanción como una intromisión en sus asuntos internos y además porque ese país se oponía tenazmente al ingreso de Venezuela.

La destitución de Lugo fue una ruptura del proceso democrático normal, pero de ningún modo fue ilegal ni mucho menos constituyó un golpe de Estado: el Congreso paraguayo reunió la cantidad de votos exigida por la Constitución para iniciarle el juicio político. Donde sí hubo dudosa legalidad fue en el ingreso de Venezuela al Mercosur, que requería una unanimidad de los países miembros que fue soslayada mediante la oportuna suspensión de Paraguay.

Frente a la caída de Lugo, hubo más revuelo externo que interno, por la reacción desproporcionada de otros mandatarios sudamericanos que se miraban en el temible reflejo de la destitución por mal desempeño; un procedimiento contemplado en la casi totalidad de los regímenes republicanos. Ni hablar de la doble vara con la cual ciertos líderes latinoamericanos miden lo que es o no democrático, lo que es legal o ilegal, constitucional o inconstitucional. La misma Cristina Kirchner que promovió la exclusión de Paraguay del Mercosur se desvive en elogios a la dictadura cubana a la que llama "República".

En el caso paraguayo, la Presidente trasladó al Mercosur la misma actitud frecuentemente a-institucional que aplica a los asuntos internos.

"A pesar de la muy buena relación que tenemos y compartimos, siempre surge la participación de Argentina en esa guerra (de la Triple Alianza)", adujo la embajadora Corradi para justificar su deseo de que el mensaje papal "de paz y reconciliación" contribuya a dejar la guerra en el pasado.

Pero es hacia los hechos de 2012 que la diplomática debe mirar para encontrar los motivos de la escasa simpatía con la que seguramente fue recibida tras más de dos años de vacancia en nuestra embajada en Asunción. No hacia el fondo de la historia.

No es contra los argentinos

"Es verdad que hubo un rebrote del tema de aquella guerra, pero es porque Ushuaia II tiene cláusulas idénticas al tratado de la Triple Alianza", dice Pérez, en relación al Protocolo aprobado en diciembre de 2011 y que Paraguay rechaza por considerarlo violatorio de su soberanía. El artículo 6 establece que, en caso de ruptura o amenaza de ruptura del orden democrático, los demás miembros del bloque podrán establecer el cierre total o parcial de las fronteras, la suspensión del comercio, del tráfico aéreo y marítimo, de las comunicaciones y de la provisión de energía, entre otros.

Pero, aclara Pérez, "el resentimiento y la antipatía respecto a los aliados Cristina (Kirchner), Dilma (Rousseff), (José) Mujica, (Hugo) Chávez y posteriormente (Nicolás) Maduro era igual para todos –aunque mayor hacia la presidente argentina- y poco o casi nada tenía que ver con la Guerra". Para él, "se debe en cambio a las absurdas agresiones a Paraguay, como la reunión en Mendoza para expulsar a nuestro país del Mercosur y aprobar el ingreso ilegal de Venezuela, violando el propio Tratado del bloque, todo eso fue decantándose hacia la figura de Cristina, en parte también porque aquí se ve mucha televisión argentina, más que la brasileña, por ejemplo, y la gente está más al tanto del destrozo del gobierno de CFK".

A esto se suma, explica, la intención argentina de construir una usina nuclear que producirá dióxido de uranio en Formosa, sobre el río Paraguay, y el no pago de la deuda de Argentina por la energía cedida de Yacyretá.

"Pero la prueba más fehaciente de que la mala imagen de Cristina entre los paraguayos se debe a ella misma exclusivamente, está a la vista en estas horas, con el Papa en Paraguay. Los argentinos que están llegando para ver a Francisco, son recibidos con los brazos abiertos por mis compatriotas, en un show de confraternidad. Aun descontando la parte de las emociones inherentes al clima de una visita papal, en antipatía la distancia entre la Presidente y el resto de los argentinos es sideral", concluye Pérez.

Consultado por Infobae, también el veterano periodista y analista político, Edwin Brítez, señala la responsabilidad de Cristina Kirchner: "La presidenta argentina tuvo momentos de admiración por parte de la ciudadanía paraguaya pero luego de su activismo en el Mercosur contra el Paraguay quedó en entredicho, sobre todo por los desaires reiterados al país por haber suspendido en más de una ocasión su anunciada visita. Hoy por hoy, se la ve tan solo como una política más que busca mantener el poder a través de sus más leales, tratando de preservar y perpetuar su influencia política".

Cuando Cristina Kirchner visitó a Francisco por primera vez, el gobierno argentino hizo trascender que la Presidente le solicitaría su mediación por Malvinas, en un claro signo de desubicación diplomática. El Papa es argentino, pero hoy es cabeza de una Iglesia de dimensión universal y jefe de Estado.

El mismo infantilismo lleva a pretender hoy que Francisco, por ser argentino, compense los desaciertos diplomáticos del gobierno de su país que afectaron la relación con un país vecino.

Como señala con justeza Edwin Brítez, "la presencia del papa Francisco en Paraguay es de emotividad extrema para la población católica abrumadoramente mayoritaria, para la que poco importa el origen del pontífice y que tampoco creo será determinante para dar salida a las cuestiones pendientes entre ambos países, entre las cuales sobresalen la renegociación del tratado de Yacyretá para mejorar la tarifa y las trabas aduaneras impuestas sistemáticamente a los productos paraguayos".

Y concluye ironizando sobre las inquietudes de la embajadora argentina: "En cuanto a una preocupación diplomática sobre supuestos resquemores por los efectos de la Guerra de la Triple Alianza es casi seguro que a los paraguayos en estos momentos les producen mayor bronca los seis goles argentinos a su equipo de futbol en la reciente Copa América, que lo ocurrido entre 1870 y 1875".

Dicho esto, es muy posible que Jorge Bergoglio vuelva a aludir, en su visita a Paraguay, al coraje de ese pueblo, y en especial de la mujer paraguaya, como ya lo hizo en otra ocasión, dado que, como argentino, como jesuita y como hombre cercano a la cultura peronista, no puede menos que sentir empatía por los paraguayos.

Desmemoria peronista

En cambio, sorprende la falta de conciencia histórica de una administración que se pretende peronista y habla de resentimiento paraguayo hacia Argentina por la guerra del Paraguay, considerando que fue el propio Juan Domingo Perón quien protagonizó varios gestos de acercamiento hacia el país vecino que llevaban implícito el reconocimiento de una culpa argentina.

Como presidente, Perón viajó en 1954 a Paraguay portando personalmente los trofeos de la Guerra de la Triple Alianza para devolvérselos al Paraguay. En aquella ocasión dijo: "Vengo [a] rendir homenaje al Paraguay en el nombre de su sagrado Mariscal Francisco Solano López y hago llegar el abrazo del pueblo argentino a esta Patria tan respetable y tan querida".

Perón le dedicó además al Paraguay su último viaje, cuando visitó Asunción el 6 junio de 1974. Falleció poco después, el 1º de julio de ese mismo año. Siempre cultivó la amistad del pueblo paraguayo y dejó como precepto que paraguayos y argentinos no eran "extranjeros" sino hermanos. También se declaró "general del ejército más glorioso de América que es el Ejército Paraguayo" y dijo que usaría hasta su muerte el pasaporte que le dio ese país cuando marchó al exilio.

Cuando finalmente decidió volver a nombrar embajador en Paraguay, y en un intento por congraciarse con ese país, Cristina Kirchner organizó un remedo de aquel viaje de Perón: devolvió sillas y una mesa del mariscal Solano López. Pero la agencia oficial reiteraba la afrenta al consignar que la Presidente buscaba consolidar la relación bilateral resentida por la suspensión de Paraguay del Mercosur "a raíz del golpe de Estado institucional que derrocó a Fernando Lugo".

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