Hace seis décadas, entre el 10 y el 20% de los chinos eran cortos de vista; actualmente, esas cifras llegan al 90% entre los adolescentes y los adultos jóvenes. En Seúl, las estadísticas son inimaginables: el 96,5% de los chicos de 19 años son miopes, según datos publicados por la revista Nature. Pero no solo allí se produce un dramático aumento de este alargamiento del ojo que dificulta la visión de lejos.

Alrededor de la mitad de los jóvenes norteamericanos y europeos padecen este trastorno (el doble de lo que pasaba hace medio siglo), una proporción similar a la que arrojó un estudio del King's College de Londres entre jóvenes británicos de 20 a 25 años.

Según algunas estimaciones, hacia el final de la década un tercio de la población mundial podría estar afectada por este cuadro. Los especialistas ya hablan de epidemia. Aunque en Argentina los números por ahora son relativamente bajos, todo hace pensar que podría seguir el mismo camino que otros países.

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"Sí, absolutamente", contesta el doctor Roberto Borrone, titular de la cátedra de Oftalmología del Hospital de Clínicas, cuando se le pregunta sobre las perspectivas de crecimiento de la miopía en el país. "No hay por qué pensar que los caucásicos vamos a reaccionar distinto de los asiáticos", coincide el doctor Roberto Kaufer, director de la clínica que lleva su nombre. La miopía es un problema óptico originado en la mayoría de los casos por una longitud del globo ocular mayor que lo normal, explica Borrone. Estos ojos excesivamente "largos" hacen que las imágenes que proceden de objetos lejanos queden desenfocadas en la retina.

"La queja del paciente miope es que no ve nítidamente los objetos lejanos -dice el especialista-. Para compensar, se utilizan anteojos o lentes de contacto cóncavos que desplazan la imagen de la retina hacia atrás para que el foco esté en la retina. "Puede ser de origen genético (es la que se expresa desde edad preescolar y conduce a cuadros severos), pero en la mayoría de los casos responde a causas ambientales y socioculturales. Este segundo tipo es llamado "escolar": surge a partir de los 6 a 8 años y se desarrolla hasta los 25 aproximadamente.

El problema es más que un mero inconveniente, subrayan los especialistas, porque en casos graves la deformación del ojo puede afinar sus partes internas y aumentar el riesgo de desprendimiento de retina, cataratas, glaucoma e incluso ceguera. Alrededor del 20% de los jóvenes asiáticos de edad universitaria tiene esta forma extrema y la mitad de ellos podría perder la visión en forma irreversible o desarrollar ceguera legal (incapacidad para leer), dice Elie Dolgin en Nature.

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